☾apítulo 1

749 66 15
                                    

«La luna también llora al saber que nunca podrá tocar al lobo»

Vivía en Plutón, no, no era el planeta que los científicos apodaban el planeta enano del sistema solar, o el planeta donde era imposible una civilización sin morir de frío, más bien Plutón era un barrio caído en lo más bajo del sur del país donde el más débil terminaba golpeado y donde el más rudo manejaba las pandillas del barrio. Plutón no era seguro para ningún joven después de las 8 de la noche, nadie salía después de esa hora a menos que te importase poco tu vida o fueses un malandrín, la policía nunca decía nada y los padres no les ponían control a sus hijos. Mis padres habían llegado allí cuando yo tenía 4 años, papá se negaba a ir allí, pero mamá había crecido en esas calles llenas de oscuridad, que cuando su negocio quebró, ella decidió que volver a su barrio era lo ideal. Mucha gente se cuestionaba que, si había tenido suerte de salir de ese vecindario de mala muerte ¿por qué había regresado? Yo no lo entendía, hasta que comencé a crecer y por eso lector mío déjame contarte lo que Plutón esconde cuando todos duermen, y lo que posiblemente mamá echaba de menos y lo que jamás admitirá en voz alta.

Era inicios del verano de la década de los 50, hacía un calor infernal por las tardes. Eso me gustaba porque podría andar en pantalones pesqueros y blusas sin mangas, mi vestir siempre fue más masculino que femenino, me hacía sentir más cómoda en mis actividades diarias.

Mamá y papá subían y bajaban las escaleras a toda prisa en busca de ropa y cosas personales para su equipaje.

—Nada de fiestas —me advirtió mamá, comenzando su lista indeterminable de pautas que debía seguir al quedarme sola en la casa—. Nada de subir los pies a la mesa —desapareció por la cocina—. No olvides limpiar la casa.

—No te atrevas a meter tu nariz fisgona en mis cosas —me advirtió papá dando vueltas por toda la casa.

Estaban desesperados por irse ya.

—¿Estás seguro de que es lo correcto? —le dijo mamá saliendo de la cocina—. ¡Por el amor de Dios, Topanga, quítate eso! —Me quitó las orejeras—. ¿Has escuchado lo que te hemos dicho?

—Nada de fiestas, de invitados, de animales, bla bla —enumeré mirando al techo acostada sobre el sofá.

—Estoy arrepintiéndome de dejarte, ¿podríamos llevarla y dejarla con tu madre? —le propuso mamá a papá, temiendo más volver y no encontrar la casa que preocupada por mi bienestar. No era la primera vez que me dejaban sola y quedarme sola era algo a lo que ya estaba acostumbrada.

—Podríamos internarla en una escuela de verano, mi madre no la soporta —dijo papá.

—Baja la voz, que te va a oír.

—Todo el mundo sabe que la abuela me odia —dije, interrumpiéndolos.

—Topanga ya tiene 15 años, sabe cuidarse bien, es toda una chica de barrio —atajo mamá.

—Por esa misma razón no quiero dejarla aquí, nuestra hija es peor que Satanás.

—¡Gustavo modera tus palabras!

—¡Maldigo el día que dejamos la ciudad y nos mudamos a este barrio de cuarta!

—¡Es el lugar donde crecí!

—¡Pues sigo insistiendo que es el peor lugar que vi!

—¡Crecí en medio de pobreza, rodeada de crimen y aun así destaqué, salí de este sitio y estudié la preparatoria! ¡Un poco de humildad te vendría bien!

—¡No confundas suciedad con humildad! ¡Todo este barrio está podrido!

Y empezaron una disputa, yo volví a ponerme las orejeras ignorándolos porque cada día era igual. Papá había crecido en una familia de clase media y nunca le faltó nada, a comparación de mamá que vivió carencia día a día en Plutón. A veces mamá tenía razón, a veces papá tenía razón, probablemente yo no echaba de menos la vida de antes porque era tan pequeña cuando llegamos al barrio y siendo sincera conforme fui creciendo me moldee como todas las niñas de Plutón: no crecí rodeaba de muñecas, sino de patinetas, no crecí viendo caricaturas, crecí viendo peleas callejeras. Y a mis 15 años no había nada que pudiera asustarme, no cuando lo vi todo en el barrio.

LA LUNA TAMBIÉN LLORAWhere stories live. Discover now