Una historia para Noor

Capítulo 1

¿Conocéis esa sensación agridulce tras haber hecho una entrevista de trabajo para el que creíais que era el trabajo de tus sueños, pero no sabes si ha salido del todo bien? Así me encontraba en esos momentos. 

Trabajar en el mundo del cine era lo que más ansiaba. Ser guionista o tener un puesto en el departamento de Producción, sin embargo, las cosas no eran tan sencillas. Aquel terreno es corrupto, deshonesto e inmoral la mayoría de veces. Sólo puedes acceder a él si tienes contactos. Yo no los tenía. 

Escribir siempre había sido una de mis cosas favoritas. Mi meta en la vida era ser la nueva J.K Rowling o Stephen King, creando bestsellers que acabaran en la gran pantalla. Soñar se me daba de maravilla, pero la realidad es que trabajaba en una tienda de ropa como dependienta, cobrando una miseria y aguantando caras largas todo el día. Estaba harta. 

-¿Cómo ha ido? -Preguntó, Anne. Me estaba esperando fuera del edificio con un café en la mano. Tenía una tierna media sonrisa y los rizos pelirrojos aglutinados en un moño desenfadado-. ¿Bella? 

-Ha ido bien -contesté-. Creo -apunté-. No lo sé. Ya sabes cómo es todo esto. 

Asintió en silencio. No quería agobiarme. Anne era la mejor amiga que podías desear. Siempre atenta, dispuesta a ayudar con cualquier cosa. Le gustaba demasiado la fiesta y estar rodeada de gente la mayor parte del tiempo. Era la típica persona que te acompañaba a comprar un trapo de cocina a las cuatro de la tarde de un sábado si se lo pedías. Se acordaba de todo, incluso de las fechas y detalles más insignificantes y era buena. Muy buena. Un año antes, había empezado a trabajar con su madre en una protectora de animales abandonados. Su sueño era el de poder crear la suya propia en algún momento. Gato negligente que veía, gato que se llevaba a casa. 

Fuimos a una terraza cercana a tomar algo. Estábamos en pleno mes de agosto, con un sol despampanante. Los bares estaban abarrotados de gente que disfrutaba de sus vacaciones de verano, la mayoría jóvenes de nuestra edad. Entre diecisiete y veinticinco años. Todos con una cerveza en la mano. Fue en ese momento que mi atención recayó sobre una chica rubia de ojos azules. Llevaba el pelo trenzado y un vestido estival blanco. Estaba sentada con un grupo de chicos, bebiendo y riendo. 

-Qué gay soy -suspiré, resignada. Anne miró de reojo y asintió. 

-¿Por qué no te acercas a hablar con ella? 

-¿Y si no le gustan las chicas? -Inquirí-. ¿Y si es hetero? 

Mi amiga resopló. Siempre teníamos exactamente la misma conversación. Jamás me atrevería a dar el primer paso, mucho menos acercarme a pedir el teléfono de alguien que no sabía si tenía la misma orientación sexual que yo. 

-Creo que deberías descargarte Tinder -comentó, Anne. 

-¿Qué? -Desaprobé, enseguida. 

-¿Por qué no? -Sonrió-. Así te encargas de encontrar una muchacha a la que le gusten las chicas -se encogió de hombros-. O un tío. Yo qué sé. Lo que más te apetezca.

Ese no era el problema. El inconveniente residía en que yo nunca había estado con una mujer antes. A pesar de que era evidente que me gustaban, no sabía si sería capaz de enamorarme de una. ¿Hasta qué punto una chica me parecía tan solo guapa o me atraía de verdad? A veces dudaba. O quería hacerlo. No me sentía preparada para salir completamente del armario. Continuaba sin estar cómoda con el tema y era algo peculiar. Contaba con el apoyo de mi entorno y tenía tanto amigos gays como amigas lesbianas. Estaba a favor de las relaciones homosexuales, siempre y cuando fuesen ajenas a lo que a mí misma respectara. 

Saqué el teléfono móvil e hice lo que Anne me pidió. Tras completar mi perfil, subir unas cuantas fotografías e incluso aclarar que era mi signo del zodiaco era tauro, me puse manos a la obra. Mi amiga disfrutaba deslizando de izquierda a derecha según le parecía. He de admitir que a mí también me hizo gracia la situación. Ver todas esas personas, usuarios tan variados y con metas tan diversas. Algunos sólo querían sexo casual, otros una relación estable y muchos buscaban amistad.