2.

3.6K 405 51
                                    

—Como somos una pareja empalagosa, iremos a una atracción diseñada especialmente para nosotros.

—¿El túnel del amor? ¿Es en serio, Collins? —pregunté mirándolo incrédula.

—Muy en serio —respondió tomando suavemente mi cintura—. Allí está oscuro, y podemos besuquearnos sin que nadie nos vea.

—¿Quién eres y qué hiciste con Theo? —bromeé riendo y golpeando su hombro para que me soltase.

—Vamos, aprovecha que estoy en modo cursi. Eres la única persona en el mundo que puede sacarme mi lado cursi.

La Theortuga manipuladora logró hacerme subir al bote rosa, y a juzgar por las situaciones anteriores, estaba casi segura que algo muy doloroso y ridículo iba a suceder.

—Este lugar es escalofriante —murmuró mirando al cupido impregnado de polvo y los corazones quemados de tanta exposición a las luces LED.

—Tienes razón, parece que nadie ha venido aquí en un buen tiempo.

—Entonces... —disimuló haciendo el viejo truco de fingir bostezar para abrazarme.

—Entonces... —correspondí sonriendo.

Tomó mi mejilla y me acercó a él para besarlo. Era el único momento que había disfrutado del día.

Casi inmediatamente un cupido añejo cayó del techo del túnel colgado de un arnés, y de su pañal salían pétalos de rosa viejos que caían sobre nosotros. Ese momento hubiera sido romántico o cursi, pero fue escalofriante y ridículo. Un bebé tuerto lanzando flores por la retaguardia.

Nada doloroso sucedió, pero un beso perfecto se convirtió en un momento ridículo y burlesco. ¿Ni siquiera podía tener un beso perfecto? Ah, y por cierto, había algún friki mirando por una cámara esperando a que nos besáramos.

Aterrador.

***

—Ya son las 5:30, debemos irnos para la sorpresa —aconsejó tirando de mi mano para irnos a la salida.

Nuevamente mi pié se torció, pero Theo no se dio cuenta porque iba delante de mí. Tal vez sintió mi mano hacer fuerza en la suya para tratar de no caerme, pero no manifestó reacción.

—No preguntaré si representa un peligro para mi salud, porque la vez pasada me dijiste que no y aun así terminé vomitando, golpeada en la cabeza, casi con un esguince de tobillo y un aterrador bebé gigante defecando flores sobre mí.

—Pondré a Julien si dejas de recordarme lo mal planeador de citas que soy.

—Me callo, la tarde estuvo genial —dije abrochando mi cinturón de seguridad, esta vez con precaución de no pellizcar mi dedo.

Le lancé una mirada divertida a Theo, que respondió sonriendo y acercándome para darme un pequeño beso en los labios. Y casi en instantes caí dormida.




—Ginger, mi cielo —susurró Theo poniendo la mano en mi mejilla suavemente—, ya llegamos.

—¿Qué? —murmuré algo confundida frotando mis ojos— ¿Dónde?

—Te quedaste dormida. Vamos, quítate el cinturón.

Enderecé la silla para sentarme y miré por la ventana. El auto estaba aparcado al lado de la entrada de un callejón lleno de árboles.

—¿Vienes? —preguntó volteando su cara hacia mí.

Llegamos a una parte del camino que estaba llena de piedras, así que inmediatamente me aferré al antebrazo de Theo.

—Más despacio, estos zapatos son muy difíciles de manejar —supliqué apretando su brazo con más fuerza para no caer.

—Es extraño el hecho de que no tengas que empinarte para besarme —dijo soltando su brazo para rodear mi cintura—. Estoy acostumbrado a Ginger-enana-Huff.

Casi que como una invocación, el tacón se atoró en una piedra y se partió. Ambos quedamos en silencio mirando de manera burlesca el zapato roto.

—¿Querías a Ginger la enana? —pregunté quitándome el otro zapato para nivelarme— Pues aquí la tienes.

De nuevo tenía que mirarlo hacia arriba.

—Siempre he querido hacer esto.

Y en un segundo me acunó como si fuese un bebé. Un enorme y pelirrojo bebé.

—Tendré que comprarle zapatos a Kim —me lamenté rodeando su cuello con el brazo y acercando mi frente a la de él.

Poco después Theo me puso en el piso. Sentía el césped bajo mis pies y a través de la oscuridad de mis párpados sentía una luz tenue.

—Ya puedes abrir los ojos.

Admiré. Había una manta de picnic, sobre ella un cesto con comida y una botella de champaña. De los árboles colgaban luces de navidad beige y el atardecer daba cursis pinceladas de lila, naranja y rosa mientras minúsculos brotes de flores se mecían con la brisa.

—Es... Es hermoso —murmuré y Theo hizo un ademán con la mano para que me sentara.

—¿Quieres? —ofreció sacando la champaña después de que hubimos comido.

—Sólo un poco.

Theo se dispuso a sacar el corcho, y como no salía, agitó un poco la botella.

—¡Theo, cuidado!

Muy tarde. El corcho salió disparado hacia mi hombro y el líquido prácticamente llovía sobre mi cara y mi blusa.

—Ginger, yo... yo lo siento tanto... —balbuceó sacando un pañuelo de la cesta y se dispuso a limpiarme.

—Descuida, no pasa nada —prácticamente escupí las palabras y tomé el paño más bruscamente de lo que pretendía.

Después, bebimos en unas bonitas copas y Theo se paró para buscar algo detrás de un grueso árbol.

Volvió con lo que menos me imaginaba: una guitarra acústica.

—Nate me enseñó hace un tiempo y estoy preparando esto hace varias semanas —se sentó frente a mí—. No soy el mejor cantante, pero apuesto a que nunca habías conocido una tortuga guitarrista, eh.

La Cita [Relato - Ginger].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora