El Vampiro

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Giran sobre la calle E, muy parecida a la calle A, donde parte de los policías se les une, y siguen de frente hasta la manzana seis. Ahí los espera el oficial Dickson, junto a la puerta rojiza de una casa de dos pisos derruida. Todos en la calle, miran a los policías desde sus pórticos; un par de ellos traen cuchillos.

Dentro de la casa, la señora Johnson llora con las manos temblorosas, en una mesita polvorosa. Junto a ella, dos policías sentados fingen ver a otro lado.

Un oficial de pie, vigila en la puerta principal y en la trasera; y todas las ventanas están cerradas con las cortinas abajo.

Robert se sienta frente a la señorita, mientras Alice pasea por el cuarto. La mirada de la mayoría de los oficiales se posa en ella, pero lo ignora y agarra la foto de un hombre de la pared.

—Todos, menos Baker y Dickson, salgan —ordena el detective.

Mientras los oficiales salen, Alice sube a la segunda planta pasando su dedo por la pared. Una vez arriba, sacude su dedo lleno de polvo. La oficial entra en la primera puerta que se topa; es una especie de dormitorio. Se acerca a la ventana junto a la desordenada y rota cama de la derecha del cuarto. Es la única casa de dos pisos en toda la manzana.

Luego abre el cajón polvoriento de un buró al otro extremo de la habitación. Saca de dentro una húmeda libreta de cuero con un broche oxidado. Desliza la cerradura y hojas sueltas, viejas, amarillentas y con animales se desprenden al instante. Alice logra atrapar todas y devolverlas a su lugar, mientras se sienta sobre la desgarrada sábana blanca de la cama.

Los garabatos borrosos son ilegibles, salvo por un par de palabras. Alice intenta descifrarlos por unos segundos, luego se levanta y la devuelve al cajón, pero al cerrarlo nota que la manija brilla. Quita el polvo con sus manos y aparece un resplandor dorado.

Sin decir nada sale del dormitorio y va a la puerta de a lado. Es un baño, y el oficial Dickson ya está ahí, parado sobre tierra junto al retrete. Alice lo empuja y llega al final del cuarto, donde corre una cortina verde manchada de tierra, y entra en una ducha, con una regadera oxidada y con rastros de agua en el suelo. Se para junto a una ventana polarizada abierta, que da con el patio lleno de cinta policial, y la puerta trasera de la casa donde hace dos días yacía el cuerpo del oficial Williams.

Alice está por tocar las losas del suelo, cuando Dickson entra y la jala hacia afuera. Forcejean junto al inodoro y poco a poco el oficial la acerca más a la salida. Está a punto de sacarla por completo, cuando ella se hace un lado y el resbala, cayendo sobre un charco de agua, que en combinación con la tierra se vuelve lodo.

La oficial aprovecha el momento para voltear al techo lleno de goteras, del cual escurre más agua. Dickson empieza a incorporarse cuando Alice se acerca al escusado manchado con orina y gotas de sangre, en la taza y un poco en el suelo. Una grieta en el fondo del inodoro derrama más agua en el charco lodoso que, cada vez, es más grande. Todo el cuarto apesta a mierda.

El oficial la empuja contra el lavabo, y ella, al recargarse en él, mancha sus manos con un líquido tierroso extraño, el cual la hizo resbalar y quedar en cuclillas sobre las losas enlodadas.

Sin rendirse, se levanta y le devuelve el empujón al oficial, haciendo que caiga de sentón en el inodoro. Ella se gira y abre la alacena aperlada, empotrada arriba del lavabo. Toma uno de los cuatro o cinco polvorientos botes de pastillas abiertas. Apenas puede darle un vistazo cuando Dickson se lo quita, y azota la pequeña puerta de la alacena, dejando su brazo sobre ella.

Ambos se miran a los ojos por unos segundos, retándose. Alice le arrebata de nuevo la medicina, y el oficial pone la mano sobre su pistola.

Baker sonríe y lo empuja hacia atrás. Al mismo tiempo que él desenfunda su arma, ella vuelve a abrir la alacena. Le da la espalda al oficial, y uno por uno revisa los frascos, los huele y los regresa a su lugar. Cuando termina, se gira hacia Dickson, que tenía el ceño fruncido, las piernas inquietas y la cara roja; y golpea con su dedo la punta de la pistola. Luego, con una sonrisa aún más grande, hace una pistola con su mano y finge dispararle. Sale del baño susurrando «Si fuera tú, tendría cuidado con el olor», y cierra la puerta tras de sí.

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⏰ Ultimo aggiornamento: Apr 04, 2022 ⏰

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