Capitulo IV: La Muerte

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El jardín era una colección de arbustos muertos y flores marchitas. La casa era de dos pisos, con las ventanas cubiertas con tablas de madera. A diferencia del resto, está casa era mucho más moderna. Pero, el polvo y la suciedad la hacían parecer más vieja de lo que en realidad era. 

A Rick le parecía que la casa lo llamara, como si en algún lugar de la misma, alguien gritará buscándolo. Avanzó con paso lento hacia la casa, no sabía con qué se podría encontrar. Tocó la puerta y estuvo un par de segundos quieto. 

Tras la espera, la puerta se abrió por si sola. Rick empujó la puerta poco a poco hasta que quedo completamente abierta. En el interior no se lograba ver nada, era pura oscuridad. Rick lanzó un gritó esperando una respuesta.

—Hola, ¿Hay alguien ahí? 

No hubo ninguna respuesta, Rick aguardo ansioso por algo que le ordenara que entrara. Ya había llegado hasta ahí. No tenía nada que perder, si no entraba podría morir en cualquier momento en manos del descorazonador.  Así que avanzó ayudándose con las paredes como podía para no perder tiempo. No veía nada, solo la luz de la puerta a su espalda. Chocó con algo, tocándolo, distinguió que era una mesa con algunas botellas encima. 

La puerta se cerró de golpe, la orientación se le perdió. Estaba perdido, y no se lograba ubicar, así que decidió seguir hacia delante por la pared. Estuvo así un rato, hasta que escucho unos pasos que venían desde el segundo piso.

—Bienvenido Rick Barrow — la voz era de mujer, pero a la vez muy ronca y grave. Como si fuera de una persona mayor —. No esperaba que vinieras, la verdad que me sorprendió. ¿Qué te trae por aquí?

—¿Quién eres? —gritó Rick hacía cualquier lado —. ¿Por qué te ocultas?

—Mi nombre es Kaku, aunque muchos me conocen como la madre Kaku. 

Una luz se encendió de golpe en el medio del salón iluminando toda la sala, no sabía como había sucedido eso. Arriba de una escalera, estaba una señora, que Rick calculaba de unos 70 o incluso 80 años.  Tenía una capa roja y la cara llena de arrugas. Uno de sus ojos era falso y varios dientes eran de oro. Rick se sorprendió al verla, nunca había visto a alguien igual. Apenas la vio, le pregunto:

—¿Sabes algo sobre el descorazonador? Necesito ayuda

— Claro que lo sé. Por eso estás aquí, ¿O no? La chica te aviso, que aquí podrías encontrar respuestas. 

—¿Cómo sabes todo eso?

—Solo lo sé, yo sé muchas cosas. Más de las que tu mismo te imaginas y más incluso de las que cualquier persona común se imagina. 

—¿Eso que significa? —preguntó Rick confundido por todo lo que estaba viendo

—Que yo lo puedo ver todo. Y qué yo te puedo ayudar. Pero, la verdadera pregunta sería ¿Por qué te debería ayudar? Si tú al final, no te mereces ayuda. 

—Claro que me la merez...

—Tú no te la mereces. Solo hay que ver tus últimos años para saberlo.  Estabas buscando la muerte y al final la encontraste. Tus acciones trajeron una consecuencia, ahora tienes que tomarla y aceptar la responsabilidad. 

—Por favor, ayúdeme. Se lo ruego

—No te preocupes por el descorazonador, él no puede matarte. Bueno, si lo puede hacer. Pero como eres tú, seguramente no lo hará. Solo asegúrate de aguantar, capaz en algún momento se olvide de ti. 

—¿No me puede matar?

—Claro que no te puede matar. Como va a tomar de ti, que tú no le puedes dar. Es cuestión de lógica. Si lo consigues puede que te mate, pero es muy poco probable que lo hagas. —Dijo estas palabras mientras se apuntaba al corazón, mientras una pequeña risa le llegaba. 

Sin CorazónWhere stories live. Discover now