14. Mi esposa

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Es viernes, por fin llegó el día, por fin se acerca el fin de semana. Aún no puedo creer que él y yo estuvimos todo el día de ayer juntos, y además de eso, hoy también faltó al trabajo. Si sigue así voy a acostumbrarme y no podré separarme de él.

Bajo las escaleras y voy a buscarlo. En la última hora recibió demasiadas llamadas de la empresa y entiendo por qué. Ha estado ausente por dos días y todo debe de ser un completo desastre. Es por eso que yo prefiero no saber demasiado sobre su empleo, debe de ser estresante y aburrido.

Recorro el pasillo y entro a su despacho. Se ve completamente concentrado en la pantalla de su portátil y no nota mi presencia. Lo observo detenidamente, luce perfecto, me siento como una adolescente y suspiro por cualquier cosa.

Adrien eleva la mirada, sonríe, cierra su computador, luego se pone de pie, camina hacia mí y besa mis labios castamente.

—Hola.

—Hola —responde.

Me observa detenidamente y acaricia el dorso de mi brazo con delicadeza. Cierro los ojos, coloco mi mejilla sobre su pecho, siento su aroma, suspiro y lo abrazo. No tengo nada que hacer y podría estar así todo lo que resta del día.

—Te ves hermosa —susurra sobre mi oído derecho—. Muy hermosa.

Sonrío, acaricio su cara, desprendo los primeros botones de su camisa, observo su pecho y deposito un beso sobre el. Quiero sexo, más sexo, quiero que esté a mi lado en nuestra cama, que se olvide de sus llamadas, de su trabajo, que descanse, quiero que toda su atención esté en mí.

—¿Qué haremos hoy? —Parece pensativo y cuando está a punto de responder, su teléfono suena e interrumpe mi momento.

—Dame un minuto, preciosa —murmura tomando su celular del bolsillo de su pantalón. Suelta un bufido y pone los ojos en blanco, me río y luego observo como contesta su llamada.

—Adrien —dice a modo de saludo con la voz cargada de seguridad—. Oh, lo había olvidado... —musita sonriente. Debe de ser alguno de sus amigos de la empresa o algo así, porque habla con demasiada familiaridad, no utiliza ese tono formal—. Claro, seguramente podré ir... Sí creo que es genial... Estoy con mi esposa, pero los veré en una hora... Bien, adiós.

Cuelga la llamada y siento como la decepción me invade. Si, sabía que duraría poco tiempo y aquí está, la magia se rompió antes del lunes. Se marcha con no sé quién y va a dejarme sola, completamente sola un viernes en la noche.

Me siento completamente molesta, no me agrada que quiera marcharse a no sé dónde sin mí. Mi Gea interior se muere de celos y de enfado. ¿Por qué tiene que aceptar las invitaciones de sus amigos? ¿A dónde demonios va? ¿Por qué me siento completamente insegura en este momento?

—Cariño, era Drew.

—Ah.

Es su abogado, pero también un compañero del club deportivo.

—Acaba de invitarme a un partido de futbol esta noche.

Frunzo el ceño y me cruzo de brazos, pero no... Él no debe saber que me molesta que salga con sus amiguitos a hacer no sé qué cosas. Tengo que jugar este juego mejor que él, debo de ser más astuta.

—Un partido de futbol... —digo de manera pausada como si estuviese procesando el significado de esas palabras.

Adrien juega futbol de vez en cuando, nunca es un horario o un día en concreto, pero lo ha hecho muy pocas veces, o por lo menos es lo que recuerdo. Sé que en todo ese año en el que nos ignoramos mutuamente él iba al gimnasio, a hacer algún deporte, pero jamás me importó. Y ahora estoy muriendo.

PERFECTA 1. Dime que deseas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora