13. En la misma página

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Llegamos a casa y cuando nos bajamos del coche las mucamas salen rápidamente y comienzan a bajar las decenas de bolsas de supermercado que ambos tuvimos que cargar. Fue una experiencia divertida y tal vez, solo tal vez, pueda volver a repetirla dentro de un par de meses. Adrien las ayuda a ambas y cuando todo está en su lugar, acomodado y súper ordenado, me toma de la mano y caminamos en dirección al recibidor, no sé qué haremos ahora, pero espero que sea entretenido. Tengo muchas cosas en mente...

—¿Qué haremos ahora? —pregunta Adrien tomándome de la cintura a mitad del corredor.

Sonrío divertida y con mi dedo índice, recorro el contorno del cuello de su camisa.

—No lo sé. ¿Qué quieres hacer tú?

Su mano desciende hacia mi glúteo y lo aprieta levemente con una traviesa sonrisa pintada en su cara. Oh si, Adrien quiere sexo antes del almuerzo y yo también lo quiero.

—Podrías darle un abrazo a tu madre, Gea —menciona ella saliendo desde algún lugar de la casa. Adrien suelta mi trasero y me toma fuertemente de la cintura. Observo a mi madre acercarse y noto el veneno en su mirada. Oh, no. Sé que destruirá mi día, sé que lo arruinará por completo.

¿Qué demonios hace ella aquí? ¿Por qué justo hoy?

—Madre —murmuro a modo de saludo, pero sueno muy sorprendida.

Ella sonríe falsamente, se acerca hacia ambos y me da un frío y algo fingido abrazo que me toma por sorpresa y que me deja con la boca abierta sin que Adrien lo note. No sé qué sucede aquí, pero si se trata de ella no es nada bueno.

—Te he extrañado, querida —miente. Me suelta y luego dirige su sonrisa hacia mi esposo. Lo abraza y besa su mejilla.

—Querido, que bien te ves.

—Es un placer verte, Carla.

Adrien sabe que no me llevo bien con mi madre y sabe que su presencia en mi casa me molesta, pero jamás comprendió por qué realmente, y no me atrevo a decírselo. Sé que en algún momento él me lo preguntará y haré de todo por evitar la verdad, pero no puedo ocultar a Annie para siempre.

—¿Qué iban a hacer? —pregunta descaradamente.

Le lanzo una de mis peores miradas, porque sé que ella sabe lo que MI esposo y yo haríamos. Solo vino a fastidiar lo que pudo ser perfecto.

—Gea y yo íbamos a...

—¡Almorzar! —exclamo desesperadamente y lo interrumpo temiendo que alguna palabra sugerente al sexo se le escape.

Ella sonríe.

La detesto a cada segundo que pasa. Quiero que se largue de aquí.

—Que bien, puedo almorzar con ambos entonces —Sugiere, buscando la aprobación de Adrien, porque es evidente que yo no le importo y ella a mí tampoco me importa.

Solo quiero que se vaya de MI casa.

—Será un placer que nos acompañes, Carla —miente mi esposo. Mi madre adora el bolsillo de Adrien, pero él puede notar que hay algo extraño en ella. Ese algo es la verdad que ambas sabemos y que ninguna dirá jamás—. Iré a inspeccionar que el almuerzo marche bien —Indica mi esposo—. Regresaré enseguida.

¿Qué? No quiero que me deje sola.

Cierro los ojos y evito suspirar fuerte para que él no lo note. No quiero quedar a solas con mi madre, no ahora. Sé que me dirá, sé que pelearemos y sé que todo será completamente desastroso.

Mi madre observa detenidamente a Adrien mientras que desaparece por el pasillo. Cuando sabe que estamos solas se acerca rápidamente y toma mi brazo con fuerza. Me arrastra un par de pasos hasta la sala de estar y me observa con esa mirada de desaprobación que utilizó durante toda mi vida. Algo hice mal, en realidad, para ella todo lo hice mal, y ahora viene a darme la lista de errores, personalmente.

PERFECTA 1. Dime que deseas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora