—¿Se enfadó? —escuchó a Luo Binghe susurrar.

—¿Y cómo no hacerlo, esposo mío? ¡Él no maneja energía demoniaca! ¿Cómo mierda usaría tu espada?

—Pero, tú puedes hacerlo...

—Tras muchos años de práctica.

Shen QingQiu montó al caballo, aún más perturbado de que aquellas palabras eran serias y no la burla desvergonzada que imaginó. Aún así no podía estar dándole el beneficio de la duda, incluso después de lo que lo obligó a ver aquella noche.

—¿Adónde iremos?

—Las cuevas de esta cumbre. No hay mejor lugar, claramente.

—Ya lo sospechaba...

Gongyi Xiao apareció de pronto, trotando al lado de un caballo negro y se detuvo a penas alcanzarlos.

—Mis señores imperiales, ¿no querrían ofrecerle una compañía más amena en tierra a su invitado?

—Pero solo trajiste un caballo —lo reprochó Luo Binghe y el otro se encojió de hombros.

—¿Acaso no puede montar con su consorte detrás...?

Shen QingQiu se hartó de escucharlos y se adelantó de una vez, provocando que el trío se quedara muy atrás mientras refunfuñaba. No podía creer que aceptara quedarse con esa gente tan, pero tan desagradable. En ese momento hasta quería arrancarse los ojos y...

Un recuerdo lo asaltó, perturbándolo.

Creyó sentir un dolor en el lugar en el que su Luo Binghe le había quitado el ojo y tembló. Quizo detener al caballo y vomitar cuando oyó el sonido de unos cascos, aproximándose a toda velocidad y miró sobre su hombro solo para notar que ese demonio lo perseguía. Su corazón se aceleró, asustándose de manera repentina.

Espoleó a la bestia y se lanzó a galope tendido, escapando sin razón alguna para los emperadores que creyeron que los estaba retando a una carrera, una que por su arrebato comenzó a perder por falta de concentración controlando a su animal.

Llegaron a la zona pedregosa que llevaba a las cuevas y el hermoso corcel comenzó a dudar de su amo, relinchando y golpeando el suelo con las patas hasta alzarse sobre las traseras con evidente disgusto por el camino peligroso.

Shen QingQiu miró a Luo Binghe saltar de su caballo y correr hacia él por lo que soltó las riendas, confundido. Cerró los ojos y notó que resbalaba de aquel pelaje sedoso, dándose cuenta de que estaba cayendo. Sintió mucha rabia y frustración por ello, hasta que unos brazos fuertes lo sostuvieron firmemente desde abajo.

—¿Estás bien? —escuchó y abrió el ojo que pensaba en buen estado mientras se presionaba el otro.

Su rostro reflejaba todos sus miedos y se mordió el labio con rabia hasta que el consorte llegó, interponiéndose entre ambos.

—Si así de mal cabalgas con razón fuiste tan mal maestro —le soltó y miró a Luo Binghe para que lo recueste mientras iba a calmar a su dulce corcel —Shh... No te merece, no te preocupes. No dejaré que te vuelva a tocar.

—¿No puedes ser tan cruel? —lo acusó Luo Binghe mientras regresaba con las riendas en la mano.

—Aléjate de él, no puedo soportar ver mi cara en tal estado —declaró y se acuclilló a su lado para darle una bofetada que sacó a Shen QingQiu del ensimismamiento.

—Casi llegamos, pero mejor sigamos a pie o también quieres que le ponga un lindo velo a mi viejo discípulo para que no te asuste tanto...

—¡No-No estoy...! —quiso responder, pero el emperador lo saludó de lejos con una sonrisa de disculpa y se quedó callado.

Fallo y reconfiguraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora