𝘿𝙚𝙨𝙤𝙧𝙙𝙚𝙣

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Ya elevadas las anclas, el barco comenzo a zarpar por el mar, se veía tan hermoso la vista... Una experiencia nueva, un lugar nuevo, nuevas investigaciones, etc. El gran sueño de Albedo por fin se iba a dar hecha por realidad.

— Maestro Albedo... -susurro la peliverde-

Suelto de su trance, el rubio volteo de manera rápida su cabeza para encontrarse con el rostro de su bella asistente.

— ¿Paso algo, Sucrose?

Ante la pregunta, la peli verde, desvío su mirada hacia el mar al parecer se encontraba en un mal estado, pues al ser la primera vez viajando de una nación a otra, era más que obvio lo que debía de pasar.

— No me encuentro muy bien -dijo cabizbaja-

— ¿Nauseas?

Tomó la mano de la chica para agarrarla por la cintura y abrazarla ¿Una razón para que lo haga? No había ninguna, pero las ganas de hacerlo no faltaban.

— Ya llegaremos pronto, vamos a descansar.

Culminada la frase, se llevó a por rastas a su aprendiz, dirigiendola a una pequeña recámara que se encontraba en el barco.

— Si gustas, puedes recostarte.
— ¡Claro que no! -grito de manera baja- La capitana Beidou nos invitó a una cena.

La felicidad que sobresalía al pronunciar esas palabras, sin duda alguna hizo que su maestro la llevará al lugar que acordó la capitana. Ya dentro de la Sala, pudo ver una gran mesa y varias sillas alrededor de ella, iba a ser una festividad enorme.

— Muchas gracias por invitarnos, capitana Beidou -dijo el rubio-
— Oh vamos, no hay necesidad de formalidades, solo llamame Beidou.

El chico solo asistió y tomó la silla más cercana para que se sentará su asistente y el al lado suyo, la manera nerviosa en la que actuaba la chica, hizo que su maestro se preocupara. No estara acostumbrada a reuniones sociales, pero la manera en la que temblaba no era normal, al menos no para el.

— Sucrose ¿Te encuestr-

La oración fue interrumpida por Beidou, ofreciéndole un trago a la chica de pelomenta que apenas podía moverse.

— ¡Vamos chica, aprende a divertirte! -dijo la mujer con parche ya ebria-
— Cla-claro que se divertirme -susurro la peliverde-

Agarro la copa y de un trago se lo tomó todo, haciendo una mueca rara por la extraña sensación que daba la cerveza, era amarga y algo dulce.
Ya realizada tal acción, la chica no podía parar de beber como sino hubiese un mañana, se terminaba una copa en un milisegundo. Que mal borracha debe de ser para no controlarse en una tomadera, el vino le deba una calidez agradable cada que bajaba por su garganta pero ya embriagada se abalanzó al hombre que se sentaba a su lado cayendo dormida.

— Oh Sucrose... Que mal ebria eres -susurro para sí mismo-
— Llevala a descansar -susurro un joven peliblanco con un mechón rojo- Es mejor eso a que este más tiempo aquí sentada.

Albedo, al intentar cargar a su asistente, la despertó de manera muy rápida tanto así que se tiro en brazos del chico peliblanco dejando caer sus lentes.

— Oye chico lindo -dijo la peliverde- traeme una copa más por favor.

Se acerco cada vez más al rostro del contrario intentando visualizar su imagen de manera correcta, bueno a cierta distancia podía verlo pero no duraría mucho por el jalon de cintura que recibió de su maestro.

— Sucrose, es hora de irnos a dormir -menciono de manera sería intentando levantarla para llevarsela-
— Dejame ayudarlo Señor Albedo, después de todo yo pertenezco a esta tripulación y pued-

𝙐𝙣 𝙚𝙭𝙥𝙚𝙧𝙞𝙢𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙞𝙣𝙙𝙚𝙘𝙚𝙣𝙩𝙚༺ Where stories live. Discover now