Capítulo 20: Cuentas pendientes.

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Álvaro

Antes de denunciar a los jóvenes y ayudar a Madelaine y Pía, mi hermano y yo teníamos que ajustar nuestras cuentas pendientes con ciertas personas. Me dirigí hacia donde solía ubicarse Camila y la saludé.

—Hola, tenemos que hablar —le comenté, con seriedad.

—Tú y yo no tenemos nada que hablar —se mostró molesta y al principio se rehusó a tener una conversación conmigo.

—¿Acaso vas a esquivarme toda la vida? —le cuestioné, al ver que no cedería.

—Es que esa es la verdad, ¿Qué tendríamos que hablarnos nosotros? —preguntó, aún más cabreada por mi insistencia.

—Fue Antonella la que se me lanzó -le expliqué, intentando que me creyera—. Yo no la besé, ni siquiera me gusta ¿Qué hago si se me lanza?

—No te creo nada —respondió a mi explicación, diciendo que no era nada creíble.

—¿Por qué no? ¿Por qué te iba a mentir? —le dije, ya un poco desesperado.

—¿Para estar conmigo tras besarla, tal vez?

—¡Pero fue ella! ¿Tú alguna vez me has visto mostrar interés por Antonella? —le pregunté, tratando de hacerle ver que no tenía interés en la divina.

—Bueno... tienes razón, nunca te he visto interesado en ella... Confiaré en ti —suspiró y luego continuó hablando—. Pero tenemos que hablar de otra cosa, sobre nuestra relación, yo...

—Camila —puse mis manos sobre sus hombros, tratando de calmarme por lo que le iba a decir—. Lo siento, estoy enamorado de Madelaine, y yo no quiero estar jugando a dos bandos. Preferiría que fuéramos amigos...

Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de la brasileña, sin embargo, pronto se tranquilizó y recobró la compostura.

—Está bien —asintió, respondiendo con la voz quebrada—. Seré feliz mientras tú lo seas, ya es momento de dejarte ir, yo... Lo siento...

—¿Por qué lo sientes? —cuestioné, un poco arrepentido ya que la había destrozado—. Soy yo el que debe disculparse, Camila...

—¿Por decir la verdad? ¡Ni te atrevas! —no me dejó disculparme ni continuar con mi discurso—. De hecho, creo que me sentiría mejor si pudiéramos ser amigos, ¿Podemos, no?

—Sí, claro que podemos —las lágrimas caían por mis mejillas mientras abrazaba a mi ahora amiga—. Me alegra que estemos bien de nuevo.

—A mi también —Camila se liberó del abrazo y se secó las lágrimas restantes—. Hasta luego, amigo...

Por alguna razón, cuando me dijo amigo sentí un vacío, una nueva vibra, un choque raro de energías. Me dolía, pero sabía que, en el fondo, eso había sido lo correcto.

Sebastián

Tras varios minutos, entre la multitud logré divisar a Tamara, y me acerqué a ella para comprender el por qué de su ira.

—Hola, la verdad no sé porque te enfadaste conmigo —traté de ser lo más franco y directo posible.

—¿Vos me estás cargando? —cuestionó Tamara, con furia—. Mario me lo ha contado todo.

—¿Qué? ¿Mario? ¡Pero si me llevo fatal con él! —exclamé, confundido ante sus declaraciones.

—Pues bien que tenía un audio y todo con tu voz...

—¿Un audio? Si me tiene bloqueado en todas mis redes sociales —traté de desmentir que me llevaba bien con Mario, sin embargo, Tamara no quería creerme.

Obsesiones Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon