—Veo que le ha entrado ácido borácico otra vez.

—Así es, señora —contestó Smith desde la cocina al fondo de la tienda—. También me entraron las gotas neurálgicas que me pidió la última vez.

Olivia aceptó la taza de café que le entregó y le agradeció.

—Quizás lleve algo de ácido borácico, no me fije al salir, pero creo que no nos queda mucho en la enfermería.

—¿Y cómo está el trabajo en la enfermería? —curioseó Smith y Olivia se acercó al mostrado para estar frente a él.

—Bastante tranquilo de hecho, ya ha pasado la época en la que tenía muchos pacientes para ocupar mi mente.

—¿Y no ha pensado consultar en el hospital aquí en la ciudad?

—Me pondrían como enfermera y soy demasiado orgullosa y muy vieja para soportar eso —. Dio un sorbo al café y rodeó el mostrador para inspeccionar uno de los frascos—. Sulfato de magnesio, uhm...Hacía tiempo no veía de esto. Llevaré un kilo.

Smith empezó a separarle el sulfato de magnesio o sal de Epsom como ponía en la etiqueta y Olivia regresó a su café.

—Es una pena que no pueda trabajar como doctora, todos hemos sido testigos de sus habilidades, señora Morgan y puedo decir sin pena alguna que superan las de muchos médicos ya recibidos.

—Me halaga, señor Smith y desearía que los directores del hospital pensaran igual.

Le pidió a Smith algunas otras sustancias y productos y continuó explorando el lugar en busca de otras cosas para agregar a la lista. Llevaría glicerina para hacer otros jabones para la familia que fueran seguros y libres de químicos dañinos e incluso podría preparar algunos baños con sal de Epsom para que todos se hicieran una limpieza profunda de los poros. Llevaba aceite, alcohol, aceite de coco, para cabello y de oliva, agregó menta, paregórico, ron de bahía y otras cosas.

—¿Tiene acónito y láudano?

Smith agregó el frasco con ron de bahía a la bolsa que Olivia se llevaría y se detuvo para mirarla.

—Tengo ambas cosas, señora, pero el acónito es venenoso y el láudano puede resultar muy adictivo.

Olivia sonrió y asintió.

—Soy consciente de esos datos, señor, pero el acónito puede ser muy efectivo para tratar ciertas dolencias si se consume de forma controlada y bajo supervisión medica y sigo en la búsqueda de un tratamiento para la ansiedad de mi marido y sospecho el láudano podría serme de ayuda.

—Confío en sus conocimientos, señora —. Le trajo dos frascos y notó que el de acónito venía con una etiqueta que tenía una calavera dibujada junto a la palabra veneno escrita en letras grandes y rojas—. ¿Algo más?

—Arsénico y mercurio —finalizó y empezó a buscar su cartera en el interior de su bolso pequeño. Smith se le había quedado mirando otra vez—. Soy consciente de sus propiedades, señor, no se preocupe.

—Lo sé, lo sé, disculpe, es solo que está llevando demasiadas cosas que son letales.

—No pretendo corregir a los expertos, pero muy pocas de estas cosas nombradas ahora como letales lo son realmente si se consumen con precaución. De hecho, muchas de estas sustancias usadas con cuidado, pueden salvar vidas.

Los dos frascos que Smith trajo tenían etiquetas rojas con la palabra veneno escrita en blanco sobre la pintura y una calavera dibujada para señalar la posibilidad de morir si se consumían.

Smith lo agregó a la bolsa y Olivia le entregó el dinero y mientras él la despachaba se colocó su capa y recuperó su paraguas.

Afuera había empezado a llover torrencialmente.

Vidas cruzadas: El ciclo. #3 COMPLETA. +18. BORRADORWhere stories live. Discover now