En el fondo de la finca

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Agarré una de las bolsas vacías que traje y fui al árbol vecino y me puse a juntar las mandarinas que estaban a mi alcance. _Es usted de por acá?

_Del camino que está aquí atrás, allá subiendo, una casa con techo rojo. Y vos... sos hijo del dueño?

_No. sobrino , le contesté.

_Lindo chico sos.  Cuántos años tienes?"

_ Quince, le mentí.

_No parece. Doce... trece parece.

Me encogí de hombros. _Trabaja por aquí?

Negó con la cabeza. _Vas al colegio seguro.

 Le tendí un par de mandarinas "_Sí." Las agarró y las puso en una bolsita que sacó de su bolsillo. "_Junte más si quiere", le dije.

_ Gracias. Cómo te llamas.

_Aleksi... y usted?

_Nicasio.. Nico decime. Y agregó: "_seguro tenés novia, con lo lindo que sos.

_No", le dije. _Y usted está casado ?

_Estaba... pero las mujeres no me gustan, son muy complicadas... pero tenés edad para tener novia, o no te gustan las chicas?.

"_Gustar... sí, me gustan. Pero como dice usted, son complicadas". Mi ignorancia sobre el asunto me forzaba a mentir.

_Decime vos.. no usted, nadie me trata de usted. Hasta te puedo decir que me gustan más los chicos, no digo los hombres. Así, como vos, son más lindos que las chicas.

No dije nada, pero me pareció que insistía mucho en ese aspecto. También, la manera cómo me miraba, era como que me estaba estudiando. Empecé a sentirme turbado, al pensar que le interesaba y le gustaba. 

Dejamos de hablar, ocupados los dos en juntar mandarina, él lo hacía para ayudarme, ya que no quería llevarse más de tres o cuatro. Sin que él me viera, yo lo miraba de reojo. Observaba su cuello ancho, sus manos grandes, su piel oscura. Qué tal si él supiera que debajo de mi traje enterizo no llevaba nada, y que trataba de disimular una incipiente erección. Siempre que venía a la finca me gustaba esconderme y fantasear con mis sueños eróticos, en esos sueños inventaba personajes, eran parecidos a Nicasio, rudos, simples, a quienes me entregaba. Fantasías. 

Estábamos solos, nadie se enteraría. El hombre debía pensar lo mismo,  le gustaban los chicos, y más aún, era yo el que le gustaba, y eso : me repetía que estábamos solos, que nadie se enteraría.

"-Hay una plantación de bananas aquí cerca, vieja. Está abandonada, se ve que a tu tío le gustaba la finca, dijo después de un rato de silencio.

"-Sí, pero casi no voy, ahí sí que me dan miedo las víboras."

"-Vamos, dijo decidido, dame el machete. Algún cacho maduro debe de haber."

Lo seguí. Era diestro con el machete. En poco tiempo abrió un sendero hasta llegar al lugar. Había un montón de plantas caídas entre las malezas. Pero una planta, alta, tenía un cacho de bananas ya maduras.

"-Viste? Te dije" dijo en tono de triunfo.

Cortó el tallo de un machetazo y la planta cayó pesadamente, quedando algunas bananas esparcidas por el suelo. Las juntamos y Nicasio separó el cacho y lo cargó en su hombro.

Volvimos, yo tenía el machete en la mano. 

Llegamos al lugar donde estábamos antes y me senté contra un árbol. Él tomó una banana y se sentó enfrente mío. La peló y se la puso en la boca. Antes de comérsela la guardó entre los labios un buen rato y me guiñó un ojo. Cuando creí entender el mensaje desvié la mirada hacia el suelo.

Historias brevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora