Tracy Naví - El adiós

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—Hola, amiguito —Saludó Tracy al ave quien aún dormía en su cajita de cartón —¡Ya salió el Sol y te tengo una super noticia!

El ave solo la observaba.

—Ya tengo un nombre para tí... ¿Estás listo?

El ave parpadeó.

—Te llamarás... ¡Hansel! —Anunció con una enorme sonrisa —¿Qué te parece? ¿Te gusta?

El ave se picoteó su plumaje ignorando completamente a Tracy.

—¡Como Hansel y Gretel! me encantaba de pequeña —Decía caminando de un lado a otro en su habitación —Así tú serás Hansel y yo Gretel, juntos nos iremos a explorar... Aunque... Omitiremos la parte de la bruja —Señaló sonriendo.

Tomó al ave y la ocultó en su suéter.

—Vamos, mamá solo nos da 15 minutos para traer madera, tal vez pueda alargarlos a 20, tenemos ese tiempo para divertirnos.

Salió a la cocina y de golpe su alegría se apagó. A un lado de la estufa de leña estaba colgado el cuchillo de Keith. Recordó lo que había visto esa madrugada, su padre era un asesino. Se le revolvió el estómago pues ahora se preguntaba si su padre sería capaz de hacerle lo mismo a ella si intentaba irse del pueblo.

Caminó con la cabeza agachada hacia la puerta como si el cuchillo la estuviera observando. Tomó el pequeño trineo y salió rápido, y respiró como si hubiese estado aguantando la respiración allá adentro.

Mientras caminaba, algo desanimada, vió cómo el ave iba incómoda dentro del suéter. Se le ocurrió una idea, puso al ave sobre su cabeza y caminó. El ave movía un poco su cabecita hacia arriba y abajo por cada paso que daba Tracy, eso le pareció gracioso así que siguieron así el resto del camino.

Pasaron al lado de una anciana.

—¡Oh, pero que encantadores! —Expresó la anciana.

Tracy agachó la mirada ya que no acostumbraba a hablar con extraños.

—Pero... Creí que ya no habían aves aquí en estas épocas ¿Es tu mascota? —Preguntó la anciana.

—Eh... L-la estoy cuidando por su ala rota —Respondió con timidez.

—Hummm ya veo. Será mejor que se recupere pronto, todas las aves de la región se han ido porque no pueden soportar el clima que viene —Comentó la anciana —Suelen reunirse en aquellas montañas unos días, luego vuelan al sur —Explicaba señalando el lugar.

Tracy veía las montañas con incertidumbre en su mirada.

—Si no se cura pronto, no verá a sus amigas en las montañas —Advirtió la anciana.

—Sí... —Respondió Tracy un poco molesta.

Se dió la vuelta y se despidió de la anciana.

—Yo soy su amiga —Murmuró Tracy con recelo —¡Y claro que nos iremos pronto! —Reafirmó con coraje y paso firme mientras el ave luchaba por mantener el equilibrio en su cabeza.

Ya en la arboleda, Tracy aprovechaba los pocos minutos que la dejaban salir para ejercitar al ave. Debía tener sus alas sanas y fuertes si querían salir al mundo, todo era perfecto en la imaginación de Tracy.

Los días pasaban, la rutina se repetía. La anciana la veía pasar cada mañana con el ave en la cabeza. Los niños le apodaron "La loca del ave", pero a Tracy nunca le importó.

Todos los días guardaba comida para ella y para el ave, poco a poco se aumentaban sus provisiones para cuando se fueran del pueblo.

Una mañana el ave estaba revoloteando en la habitación, su ala ya estaba curada, Tracy luchaba por atraparla para que sus padres no se dieran cuenta.

Tracy Naví - NecromundoWhere stories live. Discover now