-¿Qué intentas decir?- Pregunto con lentitud, arrastrando las palabras, dejando ver que el asombro no abandonaba su rostro.

-Que tengo la oportunidad para decirte que me equivoque, demasiado- Recalco -Cometí errores, e hice cosas de las que aún me arrepiento. Y no tienes idea de cuánto lamento haberte hecho daño, pero quiero que sepas que te quiero- Confeso, y juro sentir como un gigante peso de repente ya no estuviera en sus hombros -Te quiero y te quiero. Si te quise antes, y si te quiero ahora. Y si la vida te puso en mi camino está noche deseo creer con todas mis fuerzas que lo hizo porqué tú me quieres igual...

No dudo en abrazarla, en envolver sus brazos sobre su cuerpo, sintiendo su calor y aspirando su dulce aroma. Las palabras de la mujer de ojos cafés no paraban de repetirse en su cabeza, y su corazón parecía al borde de un ataque cardiaco, incluso sentía el temblar de sus manos pero le restaba importancia, nada podía abarcar su atención además de que la mujer de la que estuvo enamorado por tantos años estaba frente a él, citando las palabras que tanto deseo oír.

Mariana correspondió su abrazo de inmediato, percatándose recién de cuánto necesitaba qué él la envolviera con sus fuertes brazos, cuánto necesitaba tenerlo cerca, sentirlo. Por un momento recordó el primer abrazo que compartieron, fue en el pasillo del instituto, acababa de enterarse de la relación de Alex y Lucia y sentía como la decepción y el dolor la carcomía por dentro. ¿Y Matt? No se conocían, tampoco habían intercambiado más que unas pocas palabras antes, pero ahí estaba él, consolándola pese a que no estaba obligado a hacerlo. Y qué dulce le resulto aquel recuerdo, pensó, inevitablemente lo abrazo aún más fuerte, enterrando su rostro en su pecho, escuchando el acelerado palpitar de su corazón.

-Nunca he dejado de quererte- Susurro, posando su barbilla sobre el cabello de Mariana -No ha habido ni un solo día, ni uno, en que no hayas cruzado mi mente. Nunca te fuiste del todo, siempre mantuve una parte de ti conmigo.

Busco sus ojos, desesperado por reconocerse en ellos. Y fue así, como si de una máquina del tiempo se tratará, Mariana creyó verse de 18 años, con el cabello castaño y por los hombros, y por un momento imagino también la versión juvenil de Matt, y que satisfactorio fue sentir un tibio calor dentro de ella, en su corazón. El hombre de ojos negros acaricio sus mejillas con sus pulgares con timidez, y valor.

-¿Y qué pasará ahora?

-Prometo dar todo de mí, para ti. Si tú prometes dar todo de ti, para mí- Susurro al mirarla a los ojos -Un cien por ciento, nada a medias, un todo completo. Lo suficiente para hacer feliz al otro.

-Yo solo quiero hacerte feliz- Confeso con delicadeza, como si fuera su propia alma la que hablará.

Matt sonrió una última vez antes de juntar sus frentes, cerrando los ojos, dejando escapar un suspiro de tranquilidad, paz, gozo. Pensando que nunca antes había sentido aquella calma. Y Mariana, por un segundo se preguntó si esto era lo que sentían Lucia y Alex, de ser así, en verdad creyó sentir que tenía el cielo en sus brazos.

...

Lucia se hallaba sentada en la cama, la luz apagada permitía que el bello resplandor de la luna que entraba por la ventana pudiera manchar de tonos tenue toda la habitación, su pijama de satén acariciaba su cuerpo, sin embargo su corazón se hallaba en incertidumbre. Alex y ella no pararon de recorrer las calles de Madrid hasta que el reloj les obliga a ir al departamento, Alex seguía en la ducha, y ella recién había salido, pero incluso debajo de la regadera no paraba de pensar que sentía la necesidad de contarle a Alex a detalle la terrible relación que formo con Dylan, aunque hayan pasado años, negar que era una grieta en su corazón era en vano, de aquella raíz nació la desconfianza que posteriormente arruino su relación.

El placer de tus labios.Where stories live. Discover now