Capítulo 12: El hijo perfecto

Start from the beginning
                                    

Kiento tenía mucha confianza en sí mismo, me agradaba, pero no nos conocíamos demasiado y ya había sobrepasado algunos de mis límites que no me gustaba que nadie sobrepase. Mi cabello era uno de ellos, como también lo era mi rostro, no es que tuviera un problema con Kiento, ya que podía aceptar que me abrace todo el tiempo que quisiera, pero no que toque a mi rostro, ni a mi cabello. Supongo que soy algo quisquilloso.

—¿Te has arreglado para mí?—preguntó con una sonrisa más grande en su rostro.

Giré mis ojos, mientras asentía exageradamente.

—Sí, claro. Hasta me he bañado y todo —respondí con clara ironía.

—¿Te has bañado también? —preguntó, mientras fingía olerme, con cara de asco—. ¿Estás seguro?

—Sí, pero si algo o alguien huele mal debes ser tú —empujé su silla con mi pie para alejarlo de mí.

Él asintió, rindiéndose, mientras volvía a acercarse a mí, aunque ahora no tan cerca como antes. Supongo que notó que su cercanía me hacía sentir algo incómodo.

Jai no se rendiría tan fácil en una pelea de broma...

Mierda, ¿por qué los estoy comparando en este momento?

A ver, Nani. Son dos personas distintas, Jai es Jai, Kiento es Kiento, y... Definitivamente ni saliendo con otros puedes dejar de pensar en el sujeto que se hace llamar tu mejor amigo, que su deporte favorito puede parecer el fútbol, pero que en realidad es dormir.

—Ah, hola, ¿cómo estás? ¿Me darías uno de estos y una cerveza? Por favor —pidió Kiento al ver que uno de los meseros se acercaba para anotar nuestro pedido.

Él asintió y se fue.

—¿Qué me pediste? —cuestioné.

Él se achicó de hombros, haciéndose el desentendido.

—¡Kiento! —insistí, riendo.

—Pedí algo dulce, te gustará—confirmó—. Y si no es de tu agrado lo bebo yo, no te preocupes —finalizó, dándome palmadas en la espalda mientras me regalaba una sonrisa.

Las bebidas no tardaron en llegar, y mientras pagábamos observé mi vaso. Poseía un color rosado, medio anaranjado, la transpiración del cristal me permitía saber que la bebida debía de estar helada.

—Anda, pruébalo. Seguro y te gusta.

Coloqué mis labios sobre el borde del vaso de cristal y lentamente tomé un trago.

Al principio sentí un leve calor recorrer mi garganta, pero luego mis ojos se abrieron rápidamente con aprobación.

Totalmente dulce, pero con una pizca de sabor agrio que no disgustaba.

—¿Tiene pomelo? —pregunté con la mayor incredulidad del mundo.

Sí, Nani, idiota. Es pomelo.

—¿Te gusta?

—Me encantan los cítricos.

Él sonrió, negando.

—Ahora no dejarás de beberlo, ya te corrompí el alma —dijo Kiento, mientras le daba un sorbo a su cerveza y tomaba su celular—. Sonríe, vamos a subir algo a Instagram.

Hice lo que me pidió y viendo como posaba sacando la lengua, guiñando un ojo, mientras mostraba su vaso de cerveza yo simplemente sonreí.

—Te etiquetaré, pásame tu Instagram.

—Nanicirce, con c las dos veces. Por favor, no lo pongas con s que ya he visto a un par hacerlo.

—Listo, Circe con c. Ahora bebe como te enseñé.

Amistad, descubrimiento y romanceWhere stories live. Discover now