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Apuntaba ser el instante adecuado y calmado para procesar la labor, esa labor tan difícil para una mujer que fue sentenciada a recibir la peor parte de la vida, o, mejor dicho; en traer la vida, una tortuosa y delirante tarea que debía enfrentar cada madre al traer a un niño a la vida, un hecho completamente asombroso y admirable de observar. Ningún hombre en la tierra sabría la magnitud de esfuerzo y paciencia que se tenía a la hora de dar a luz, especialmente sola, porque sí, esta madre por segunda vez traería a la vida a pequeños seres que sí mismos crearon. Los mellizos de Enit Marcell y Arlette Marcell. 

Como se decía, la madre yacía en labor de parto, apenas estaba comenzando a dilatar y de alguna manera se encontraba totalmente en calma, como si el hecho de parir no uno, sino dos niños enormes fuera tarea sencilla, el padre más bien era el alterado en la situación, casi hasta podía sentir cada fragmento del cambio y el esfuerzo que recibía el cuerpo de su esposa, la madre de sus nuevos hijos. Él no hallaba la manera de mantener a Enit lo más cómoda posible, aunque verdaderamente no hacía falta porque estaba tumbada en la cama donde dormían a la espera del nacimiento de los bebés. Hacía dos horas que la mujer comenzó con las contracciones y hacía mismas horas que él se mantenía a su lado, como confort. Lo bueno era que no estaba solo, ya que Nirelle estaba pendiente de recibir a los niños pese a que no tenía ni la más remota idea de qué hacer, el caso era que por suerte no era el primer parto que los tres recibían, el problema resultaba ser que el número ya no era uno.

La señorita Sakan mantenía el paño con el que recibiría y limpiaría a los bebés una vez que nacieran completamente tibio, según entendía aquello mantendría a los pequeños en un estado fresco y serviría para limpiarlos, admitía que estaba nerviosa y a la vez emocionada por conocer a los nuevos miembros de la familia Marcell, ella se autonombró segunda madre de los próximos niños que vinieran a futuro, cuánta emoción recibía al imaginarse eso.

Enit comenzó a jadear y ponerse en su respectiva posición porque sintió que su intimidad se dilató más, Arlette mantenía su cabeza sobre su pecho para servir como almohada, también le sostenían ambas manos para que se apoyara en él cuando llegara el momento de pujar. Los tres aumentaron sus nervios debido a largo proceso que sería traer a esos niños con sumo cuidado, aunque la verdad no debían temer al hecho porque se supone que esos pequeños no serían para nada normales. Sin embargo, la madre era la que más precaución tenía.

—Un cacho...- cachorro —comenzó a decir entre su dificultoso hablar —un cachorro de lobo sigue a su madre —aquello lo decía como una manera de distraerse de su labor, vio a muchas madres hacerlo cuando daban a luz, según decían lograba amortiguar el dolor que pronto iniciaría —... La madre iba de caza, él tenía que quedarse en la guarida con sus hermanos... ¡Mierda! —exclamó cuando los labios de su zona se estiraron, apuntando que la cabeza del bebé saldría —esto no sirve.

Su rostro se arrugaba y apretaba el agarre a las manos de su pareja, sentía cómo su intimidad se estiraba de manera inimaginable y el pequeño salía de esta con una miserable lentitud que hacía que la madre comenzara a gritar y quejarse levemente por el acto, su ayudante estaba preparada para recibir en cuanto el ser saliera por completo de su interior.

—Sigue hablando, Enit. La historia estaba entretenida —alentó su marido apretando las manos que también lo apretaban, de alguna manera sentía que podía ayudarla con eso.

—Cállate, cállate —pujó y pujó hasta que rápidamente el bebé se resbaló con la placenta y logró salir ileso de su madre como cuál bala salida de una pistola: velozmente.

El bebé sin un solo mechón de cabello comenzó a llorar y a temblar luego de que había salido de ese oscuro túnel, Nirelle rodeó al bebé con el paño y cortó con sus respectivas garras aquel cordón umbilical que lo unía al interior de Enit, la chica se fijó en su zona para verificar su sexo y de inmediato sonrió ante lo que apostó que nacería primero, una apuesta que ganó con el padre del nacido.

Vínculos finales. Libro#03. Final.Where stories live. Discover now