Capítulo 57 «Veinticinco años (Tercera parte): Never follow the rules»

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Escuchó un «Emma, por favor, dile a la abuela dónde has puesto el metro» proveniente del salón, seguido de aquel popular «Por Dios, esta niña», que hacía meses había dejado de estar dirigido a ella en exclusiva, y les dio la vuelta a las tostadas frente a la encimera de la cocina de la casa de sus padres. A Lexa le gustaban en su punto de crujientes y entre semana les resultaba bastante complicado sacar diez minutos para sentarse a desayunar, así que intentaban aprovechar al máximo los fines de semana.

De lunes a viernes sus besos de buenos días eran breves y fugaces, los intercambiaban deprisa por encima de la isleta y solían ir aderezados con apresurados «por favor, cámbiala tú, que voy a llegar tarde». Como música de fondo los acompañaban impacientes «mami, aba», que querían decir «mami, dame agua, por favor» en el rudimentario lenguaje de su hija de diecisiete meses. El vocabulario de Emma se había disparado desde aquel primer «mamá» y tuvo que suprimir una sonrisa al escucharla responder «nono, yaya» al suplicante «¿Dónde has dejado el metro, mi amor?» de Margaret.

Un clarísimo «Ay, abuela, que no lo sé», porque su bebé maravilla se había hecho muy aficionada a cambiarlo todo de sitio y evidentemente no podía acordarse de todas las nuevas localizaciones. Se habían pasado tres semanas buscando uno de sus chupetes y la agenda de Lexa llevaba dos en paradero desconocido.

Cada vez que le preguntaban qué había hecho con los objetos desaparecidos, Emma contestaba diferentes versiones de «¿a mí qué me cuentas?» dependiendo de quién le interrogara, siendo las más frecuentes «Nono, mamá», «nono, mami», «nono, yaya» y «nono, yayo». Después se encogía de hombros como si aquello no fuera con ella y se marchaba a atender otros asuntos más importantes.

Escuchó rápidas pisadas invadiendo la cocina y desvió la atención de la fruta que estaba cortando para ver a Emma, ataviada con su pijama y caminando deprisa hacia ella tras abandonar a Margaret a su suerte en la ardua tarea de localizar el metro.

La pequeña chocó contra su pierna y alzó la vista en busca de su mirada mientras tiraba de la cintura de la camiseta de Aerosmith que utilizaba para dormir.

-Mami, ñam ñam.

-¿Tienes hambre, pulga?

Emma asintió con la cabeza, rozándole el muslo con la barbilla en el proceso y ella le tendió un trozo de manzana, para tenerla entretenida mientras terminaba de preparar el desayuno.

Las nueve de la mañana de un sábado y todos estaban en movimiento a excepción de Lexa.

Sus padres se habían levantado hacía más de una hora, Douglas para hacer horas extra en el taller y Margaret porque había quedado con Christine para ir a «tomar medidas» a la ex casa de la señora Carpenter. Su casa en la actualidad. Emma debió de despertarse al escuchar tanto movimiento, así que a ella le dieron los buenos días sus múltiples «¡Mamá!» y «¡Mami!», que llegaban altos y claros desde la antigua habitación de Glenn.

La vio a través del monitor del vigilabebés, tratando de escapar de la cuna, con cara de enfado en transición hacia unos amenazantes pucheros y en búsqueda de la libertad. Últimamente dormía mejor, pero aquella semana habían vuelto a pinchar y Lexa se había levantado de madrugada dos veces mínimo, así que se hizo cargo de la situación y cerró la puerta de su vieja habitación para que pudiera descansar un poco más.

-Mamá mimi -dijo Emma tras darle un mordisco al pedazo de fruta.

-Sí, mamá está durmiendo porque esta noche has dado mucha guerra.

Su bebé maravilla soltó una risita de las de poco fuelle a la vez que echaba a caminar por la cocina sin un destino definido, tocándolo todo a su paso con una mano mientras se comía la manzana con la otra. Eso de haber dejado a Lexa sin dormir la mitad de la noche no parecía preocuparle demasiado y además le hacía gracia.

RECUERDOS (Solo los primeros capítulos. Incompleta por publicación editorial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora