Tercer Acto

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Escena I

Voz en off

Abrió los ojos con lentitud, se adaptó a la poca luz. Intentó sentarse en la cama pero supuso que no podría cuando sintió una punzada de dolor en todo su cuerpo. Miró sus brazos, ambos vendados y con algunos moretones. No podía recordar que había sucedido. Se giró lo mucho que pudo y se dio cuenta que está sólo en el misma cabaña de su niñez, suspiró.

Alguien entró a la cabaña con una bandeja de comida, la mujer de cabello negro con mechas rubias se acercó a él con el semblante preocupado pero cuando lo vio con los ojos abiertos respiró de tranquilidad. Se había preocupado bastante la noche anterior por su bienestar.

Vladimi.
—¿Karen, sos vos?

La joven sonrió.

Vladimir.
—¿Te acordas de mí?

La joven asintió.

Karen. (Joven de dieciocho años).
—¿Por qué me olvidaría de vos? Quizá tú olvidas de esas reglas tontas que siempre mencionas.

Vladimir.
—¿Qué me pasó?

Karen. (Joven de dieciocho años).
—Paso que apareciste de la nada anoche en casa cuando papá me comprometió con Leandro y simplemente él no te reconoció porque tú, o tú otro vos, no me habla desde hace un tiempo y no sé por qué.

Vladimir.
—¿¡Leandro está vivo!?

Karen. (Joven de dieciocho años).
—¿Por qué estaría muerto? Si lo estaría sería genial así mi papá no me obligará a casarme con él mañana.

A Vladimir le hizo un nudo en el estómago recordar lo que sucedería y que él no puede evitarlo. Recordó también porque se había alejado de ella en aquellos momentos. Él la había amado tanto desde la primera vez que la vio y que saber que nunca existiría un final feliz para ellos le puso piel de gallina.

Karen. (Joven de dieciocho años).
—¿En qué piensas?

Vladimir.
—Mi otro yo no te habla porque viajo a este tiempo y por cobardía no se ánimo a decirte lo que sucederá ni sus sentimientos.

Karen. (Joven de dieciocho años).
—¿Tú lo sabías?

Vladimir
—Tienes que entenderme, no puedo intervenir.

Karen. (Joven de dieciocho años).
—No puedo entenderte, ¡me mentiste!

Vladimir. –(Intentó acercar su mano a ella pero bruscamente se alejó haciendo que la comida en la bandeja cayera al piso con un ruido seco).

Karen. (Joven de dieciocho años).
—¡Vete y no vuelvas a dirigirme la palabra, nunca mas! No te será tan difícil si en cuatro años no me has vuelto a hablar y ni siquiera tuviste la decencia de decirme que esto sucedería.

Vladimir.
—Karen, yo...

Karen. (Joven de dieciocho años).
—¿Tú qué, Vladimir? Dirás lo mismo de siempre: «no puedo intervenir y tampoco te puedo acercarme a mí otro yo». Me sé esas reglas estúpidas desde los cinco años así que sólo vete. Quiero que duela menos.

Vladimir entendió su dolor pero no se alejó. Se recostó en la cama. Cerró los ojos y quiso con todas sus ansias volver a su tiempo. Tratar de remediar el lío que armó aunque todavía no sabe bien qué ha sucedido. Karen cerró también sus ojos y al volver a abrirlos él joven de veinte años que tanto ama ya no está a su lado así que en un desgarrador llanto abraza una almohada para ahogar su sentimiento de culpa por haberlo tratado de esa forma. Pero su amor es tan fuerte que necesita dejarlo ir.

Escena II

El aire fresco chocó su rostro. Abrió los ojos sin tener que adaptarse a la luz del sol porque el día está nublado, un día gris como lo está su corazón. Siente la espalda crujir cuando hace el intento de moverse y se da cuenta que estuvo –no sabe por cuánto tiempo– recostado sobre ese árbol. Mira las heridas que antes tenía en su brazo y ya no están y es como si nunca hubieran existido.

La gente pasa a su alrededor y lo miran muy mal, debido a su ropa desgastada. Sus jins a la altura de la rodilla están rotos como la moda de un tiempo atrás. Por lo que supuso que esa moda todavía no había llegado. Pero no tardó tanto en darse cuenta el porqué de las miradas, esa casa la conocía muy bien. Se desplazó con facilidad poniéndose la capucha de su campera para no ser reconocido.

Entró a la casa, toda está decorada como lo recuerda. Da la vuelta para ir hasta un lugar determinado cuando sin querer se ve a él mismo a la distancia. Suspira de alivio cuando su padre lo llama haciendo que quedará de espaldas suyo. Entonces volvió a emprender su camino a esa habitación que conoce de memoria. Al abrir la puerta, Karen ahoga un grito por el susto y lleva sus manos a su corazón para frenar sus latidos.

Karen. (Joven de dieciocho años).
—¡Te volviste loco, estúpido! Me asustaste.

Vladimir.
—Lo siento, no quise hacerlo. Yo...

El joven reparó en ese detalle, su largo vestido blanco acompañado de una cola blanca muy larga que descansa en un hermoso peinado. Había olvidado lo bella que se veía ese día, ese mismo día y frente a él de nuevo se encuentra.

Karen. (Joven de dieciocho años).
—Seguirás viendo como me queda este horrible vestido o dirás algo interesante.

Vladimir.
—No te cases, por favor, no lo hagas.

Karen. (Joven de dieciocho años)
—Sabés siempre puedes superarte a ti mismo, ¿no debería pedirme el otro esto?

Vladimir.
—No lo hará.

Karen. (Joven de dieciocho años)
—Entonces, tú y yo no tenemos nada más que hablar.

Vladimir.
—No lo hará porque cree que estas enamorada de Leandro pero si hablas...

Karen. (Joven de dieciocho años).
—¿Hablar contigo? Tienes que estar bromeando. Estoy harta de todo esto, de tus viajes, de este casamiento y de que no quieras entender que no quiero volver a verte... Yo, sólo quisiera que todo esto termine. Vete Vladimir y por favor esta vez no vuelvas.

Vladimir.
—No puedo, tengo que saber lo que pasó.

Karen. (Joven de dieciocho años).
—¿No puedes saber lo que pasó dejándome sola?

Vladimir.
—No, porque necesito reparar y entender el hecho de porqué no me recuerdes.

Karen. (Joven de dieciocho años)
—¿Qué?

Vladimir.
—Si, en mi tiempo no me recordás.

Karen. (Joven de dieciocho años).
—Quizás eso sea lo mejor.

Vladimir.
—No, esa no es la solución y casarte tampoco.

Karen. (Joven de dieciocho años).
—Que venga tu “gemelo” y que me lo diga y ahí no lo haré.

Vladimir.
—Karen, yo en mi tiempo voy...

El joven fue interrumpido por alguien que entró en acción justo cuando le diría todo lo que sabía sin importarle las reglas.

Marcos.
—Amiga, ¿estás lista?

Ella asintió y lo siguió. Antes de salir de su habitación lo miró por última vez, no mentía cuando decía que quería de dejar de sufrir por un amor que no sería correspondido. Vladimir se puso la capucha de su campera de nuevo para salir sin que nadie lo reconociera y una vez alejado de la casa se sacó. Empezó a desplazarse por un camino sin salida o eso creía él porque sin explicación alguna volvió a estar frente a la cabaña como si en ese desplazamiento hubiera viajado en el tiempo, no se equivocó.

Te Amaré Por SiempreΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα