°7. Gatita de Ojos Verdes

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El sonido de un camión nos hizo mirar hacia atrás. Un camión de pinos se dirigía hacia nosotros.

—Miro, un camión —aviso la voz petrificada de mi hermana.

—Eso parece...

El camión cada vez estaba más cerca de nosotros. Miré hacia el frente y pude ver a mis papás tratando de detener al camionero, pero lo ultimo que recuerdo haber escuchado de parte de mi hermana fue...

—No importa donde estemos, cumpliremos nuestros sueños ¿verdad?

Luego escuché sólo la bocina del camión y todo de volvió negro.

Cuando pude volver al mundo, habían muchas luces de color blanco, rojo y azúl. Yo estaba en una camilla, rodeada de muchos hombre vestidos de azul. Giré mi cabeza como pude, porque el dolor era fuerte, y ví a mi mamá llorando, mientras mi papá la abrazaba, pero ni veía a Mariah.

¿Dónde estaba mi hermana? ¿Se la habían llevado?

Quería verla...

Volví a abrir los ojos, pero está vez estaba en un lugar de color blanco y azul pálido. Estaba en una habitación de hospital. Me dolía la cabeza y estaba conectado a unos aparatos con ruidos raros. Olía a alcohol.

Después de unos cuantos días ahí, porfin pude salir de el hospital y volver a casa. Cuando llegué, me tiré a mi cama, pero fue mala idea, me dolió la cabeza en el acto.

Corrí a la habitación de mi hermana, pero ella no estaba. Su cama estaba acomodada justo como la dejo el día que íbamos a la pista. Salí de ahí y fui a la sala; ví a mamá con papeles en su mano, se los entregó a papá quien tenía muchas maletas a sus pies.

No entendía nada. ¿Por qué las maletas? ¿Y Mariah? ¿Qué estaba pasando?

Me acerqué a ellos. Mamá se agachó a mi altura y pude notar las lágrimas saliendo de sus ojos. Las limpié y le sonreí. No me gustan verla llorar.

—No llores, mami, estoy bien —la abracé. Ella sonrió.

—Lo sé, Ramiro. Lloro de felicidad porque estás bien.

—Mami, ¿y Mariah?

Ella contuvo sus lágrimas y dijo:

—Ramiro, prometeme algo, ¿sí? —asentí—. Te portarás bien, te comerás todo, harás tus tareas, le harás caso a tu papá y querrás mucho a tu hermana...

Una lagrima salió de su ojo.

—Sí, mami, lo prometo —le mostré mi meñique y ella mostró el suyo. Los unió y ella me abrazó.

—Te amo, hijo. Nunca lo olvides ¿sí? —acaricio mis mejillas y dejo un beso en mi frente.

—Nunca lo haré —sonreí.

—Ahora ve con tu papá —me pidió.

Asentí y caminé hasta donde pasa. Él subía las maletas a un autobús. Yo seguía sin entender.

—Sube, hijo —me dijo papá.

Puse un pie en los escalones de el autobús y por inercia volteé. Mi mamá estaba debajo del marco de puerta con una sonrisa.

—Mami, ¿no vienes? —le grité desde el autobús hasta la puerta.

—No, yo tengo cosas que hacer. —respondió— Voy después.

—Bien. Y mami le dices a Mariah que cuando vuelva, no quiero mis libreta pintadas de rosado —le dije, ella rió.

—Sí, yo le digo.

Por Amor a las Gomitas © #1Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu