Hoax.

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-¡No!- Musitó estresado.

Sus largos dedos pasaron por su rostro, viajando indirectamente a sus sienes que masajeo por un largo segundo. Dejó que un suspiro saliera de su garganta y continuó, teniendo fe de que esta vez las cosas salieran bien.

Había pasado toda la mañana y noche intentándolo, su tenacidad no le permitía que se diera por vencido, pero cada vez era más difícil avanzar sin comer o dormir, ni siquiera había bebido una gota de agua en las últimas siete horas. Todo carecía de sentido, necesitaba una motivación.

Fue hasta que una suave voz llegó con buenas noticias, sin pensarlo subió las escaleras con toda la rapidez que sus piernas le permitían. Los recuerdos azotaban su mente, todavía podía escuchar los gritos y hechizos saliendo por todos lados, incluso saboreaba las lágrimas que habían escurrido por su agobiado rostro. Pero todo estaba cambiando, ahora el nuevo recuerdo que tendría de ella sería diferente.

Y ahí estaba.

La sabana color carmesí escondía su cuerpo, pero podía ver los moretones angelical rostro y la sangre seca en su sien. Nunca había deseado tanto poder intercambiar su lugar con el de alguien más, ni cuando Stephen McDormand llegó al colegio con una nueva escoba, o cuando Thomas Kiezen le robo el empleo de sus sueños. Nunca quiso tomar el dolor de alguien más y hacerlo suyo, hasta que vio a Alex en esa cama.

No quería llorar, se había jurado no hacerlo, porque de esa forma Alex sabría lo mal que estaba, se quebraría frente a la persona que más lo conocía en el mundo. Pero las lágrimas ya estaban juntándose en sus ojos verdes, así que solo pudo acercarse con las palabras tropezándose en su garganta.

-Heyyy- Con su dulce voz, Alex habló. Podía ver su semblante tranquilo, tenía la misma inocencia que sus primeros años en Hogwarts, pero un profundo miedo ahora habitaba en sus ojos.

Ella estaba rota y lo sabía.

De todas formas, Bill jamás se había alegrado tanto de tomarla de la mano, a pesar de su condición, de escucharla y ver aquel color chocolate en sus hermosos ojos. Ella estaba viva y el sintió que estaba renaciendo de nuevo. Aquella presión en sus hombros comenzaba a desaparecer con la presencia de Alex, porque él estaba seguro que ella hacía que todo fuera mejor.

Así era Alex, así era su magia.

-Hola extraña- Bill susurró hincándose a su lado, bromeando musitó- ¿Qué tal estuvo la siesta?

La risa de Alex hizo que el sonriera, pero tuvo que morder el interior de sus mejillas para no llorar. Era un milagro, su milagro. No podía dejar de mirarla, no se cansaba de hacerlo. La castaña tenía una venda sobre su cabeza y su cabello caía sobre sus hombros, aún vestía la misma playera que aquella fatídica noche, aunque Bill pensaba que se veía hermosa de todas formas.

Solo esperaba que ella se sintiera bien, que no se culpara, porque no podría vivir con Alex de esa forma. No había un hechizo que hiciera que ella se perdonará y sabía que su tierna hufflepuff no podría vivir con la culpa de haber sido leal a alguien que no lo merecía. Daniel Rosetre Rosier pagaría por sus pecados, ahora solo le importaba Alex.

-He tenido mejores- Alex agachó la mirada, aferrándose a la mano de Bill- Todo fue una...

-Pesadilla, cielo- Bill asintió- Pero ahora estas aquí y te vamos a cuidar.

El labio inferior de Alex comenzó a temblar y él supo que hacer. Con cuidado se acercó a ella y dejó que la pequeña barbilla de la mujer reposará por su hombro, escuchando los sollozos. En ese momento no sabía quién se sentía más roto, sin Alex por aquel episodio tan doloroso o él... simplemente porque no soportaba verla así.

ALL THIS TIME - Bill Weasley.Where stories live. Discover now