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E

l término de los genes era algo que no le interesaba en lo más mínimo, ni alguna vez se puso a pensar cómo era que algunos lazos de sangre eran tan fuertes como para hacer que varios hermanos o padres e hijos se parecieran tanto que daría a dudar si es que un solo padre fue partícipe de la creación de su legado o si es que la sangre de uno de los creadores fuera más fuerte que la otra... pero era realmente irónico e impresionante como algunos hijos eran la exacta copia de alguno de sus progenitores, en especial al que tenía en visto. ¿Cuántas generaciones tenían que nacer para que unos rasgos tan fuertes desaparecieran? Sin duda alguna debía ser mucho tiempo porque la que observaba, apuntaba que tendrían que pasar muchos siglos para que se extinguiera o que se eliminara el último de ellos.

—¿Sabes? Cuando tu padre tenía más o menos tu edad, era exactamente como tú —dijo sin pensar cuando veía a Arlette con el pequeño Roselle en sus brazos, tratando de dormirlo.

Arlette miró al hablador con el rostro arrugado, no era que le molestara la presencia de Jerek, pero muy extrañas veces le dirigía la palabra a menos que fuera para burlarse o hacer comentarios despectivos sobre el pasado, sobre todo esa vez que lo dejó inconsciente, desde ese hecho no ha parado de amenazarlo con que le daría la paliza de su vida, pero hasta la fecha no a ni ha intentado tocarle un poco. Los rencores se le olvidaban fácilmente al parecer.

—No creo que nos parezcamos tanto.

—Hasta en la negatividad se parecen —espetó dándose cuenta de que le trajo un buen recuerdo —Nate era un amargado, como tú... solo que eres... ¿Mm? —pensó por un momento la palabra —¿Tonto? Bueno, la verdad no me interesa. ¿Cuántos años tenías cuando lo asesinaste?

Vaya, se le había olvidado que el pelirrojo no era nada sutil.

—Veinte años...

—Un niño —afirmó sorprendido —. Tu hijo no heredó nada de ti, excepto los ojos fastidiosos azules, ¿es qué ese rasgo de su linaje no se extingue nunca?

—Solo son colores, Jerek. Roselle se parece más a su madre, pero heredó mis ojos. Al menos tiene uno del otro —observó a su niño que quería tocarle las mejillas.

—¡Al carajo! No se parece en nada en ti, lo he mirado desde que están en la sala y no encuentro ningún parentesco aparte de esos tediosos ojos —alegó mirando otra vez a Roselle —Aunque, tengo que aceptar que los pelirrojos siempre serán resaltantes —eso más bien fue un alago para él.

—Sí, Jerek... como tú digas —hizo una pequeña sonrisa dejando que el pequeño le tomara los cachetes.

—¿Kano, estás aquí? —irrumpió la madre de Roselle entrando en la habitación de forma estrepitosa, tanto que hizo llorar al niño.

—Aquí me tienes —apareció repentinamente la pelinegra como si hubiera sido invocada.

—Si así fueras cuando me dan ataques de ansiedad, ya hace mucho que estaría recuperado —se quejó el pelirrojo hacia su esposa.

—Por favor... finges tener ataques de ansiedad para follar, no perderé el tiempo con eso.

Jerek sonrió por complicidad a sus actos de atención, la verdad era que le gustaba molestarla para eso, a pesar de los siglos pasados, cada día seguía enamorado y hasta obsesionado con la mujer que le dio dos dolores de cabeza a los que le alegraba mayor parte de los días.

—Estoy planeando algo, Kano —informó Enit.

—Te escucho.

—Me iré de viaje, iré a todas partes porque buscaré a ese libertador que predije —se sentó junto a su esposo porque últimamente se sentía cansada a causa de su embarazo.

Vínculos finales. Libro#03. Final.Where stories live. Discover now