Tecolotes

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Al día siguiente de mi cumpleaños Alan ya había decorado por día de muertos.

Ahora era una catrina la que me había metido un susto por la noche, también tuvo el detalle de colocar las calaveras que encontramos que hice en la primaria en distintas partes de la casa, lo cual con lo distraído que era me había hecho decir unas cuantas maldiciones cada que se me olvidaba que estaban ahí, pero se veía tan feliz tal cual como en septiembre que dejé que hiciera lo que quisiera.

De nuevo en la oficina se organizaron para poner una ofrenda que la verdad mi única participación en años anteriores había sido económica, era la forma más sencilla de deslindarme, pero en esta ocasión me nacía aportar algo más.

Así que después de casi 4 años laborando ahí me acerqué a mis compañeros, pocos se mostraron amables, era de esperarse siempre fui un huraño, en cambio, Sonia la recepcionista se alegró de que me uniera, era la típica chica amigable con todo el mundo.

Ese martes lo dedicamos a dejar puesta la ofrenda. Salí un poco más tarde de lo usual, agotado, pero podría decir que feliz.

Cuando llegué, había tres macetas de cempasúchil en el pasillo.

—¿Y esto? —pregunté con curiosidad, como ya lo suponía, Alan salió de la cocina.

—Sobraron en el trabajo y me dejaron llevármelas, si no tienes problema me gustaría poner una pequeña ofrenda—solo me alcé de hombros.

—No tengo inconveniente —me senté a la mesa, Alan me puso un plato de tortitas de carne y se sentó frente a mí.

—Mmm—expresó como si estuviera buscando las palabras correctas.

—¿Qué pasa?

—¿Puedo preguntarte algo?

—Claro.

—¿Quieres ponerle algo a tu mamá este año? —detuve mi bocado, miré hacia el refri donde alcanzaba a ver su foto, sonreí ligeramente.

—Supongo que si—Alan puso su mano sobre la mía en señal de apoyo y me sonrió.

—Bueno, entonces lo tendré en consideración —seguimos comiendo mientras me contaba lo que había hecho en el día de repente se detuvo olfateando.

—¿Te has vuelto sabueso?

—Creo que ya se te metió el espíritu.

—¿¡El espíritu¡? Sácalo de mí, ¡no quiero ser poseído! —soltó una carcajada.

—Me refiero al espíritu de las fiestas de día de muertos.

—Ah—exclamé aliviado —¿por qué lo dices?

—Porque hueles a cempasúchil y tienes petalitos en el traje—se levantó un poco para sacudirme.

—Estuve ayudando con la ofrenda de la oficina—me miró asombrado.

—¿En serio?

—Si.

—¿Y qué tal?

—Creo que fue divertido, aunque a mis compañeros no pareció que les gustara mi repentino interés.

—¿Acaso eres el tipo que siempre está encerrado en la oficina y apenas da los buenos días? —sonreí apenado.

—Un poco, en general evito involucrarme.

—Tampoco es que sea tan mala la convivencia, en el trabajo alguien decente debe haber.

—La hay, se llama Sonia, pero la verdad he evitado acercarme demasiado, no quiero malentendidos con Aim.

—Sinceramente, no le veo nada de malo.

Entre tú y ellaWhere stories live. Discover now