CAPÍTULO 5 ES EL JEFE

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Sergey
Estoy en mi oficina y no puedo creer lo que acabo de ver.
Hace unos cuantos minutos, terminó la reunión que tenía programada para esa mañana con los ejecutivos de más alto rango y con los jefes de sus departamentos, entre ellos por supuesto el de diseño, pero lo que me tiene en este estado de furia contenida es el descaro con el que la jefa de ese departamento me presentó los avances y los trabajos que se están llevando a cabo en este momento, todo estuvo perfecto, de no ser porque me acaba de presentar el proyecto ya terminado, que yo traigo en este momento en la bolsa de mi saco en un USB, y que me sé de memoria y no tendría nada de extraordinario, ni tendría porqué encontrarme en este estado, de no ser porque lo presentó como si fuera de su autoría, cuando yo sé, que una linda y brava chica se metió en problemas y se desveló trabajando en él.

Si esta mujer piensa que esto se va a quedar así está muy equivocada.

Marcela
No pude dormir en todo la noche, estoy angustiada, no sé qué hacer de sólo pensar que mi imprudente actuación de la noche anterior, tenga repercusiones sobre los guardias de seguridad, no sé qué tan importante sea ese hombre aquí en la empresa, ni que tanta autoridad tenga, de lo que si estoy segura, es de que es tan importante que pueda influir en el dueño o en quien tenga la autoridad no solo de despedirlos a ellos, si no a mí también.

Por si no fuera suficiente preocupación, ahora mismo me están citando a la dirección, si no fuera porque también están citando a mi jefa, estaría segura de que es por la cuestión de mi permanencia hasta tarde en la empresa y por la bofetada que le di a ese guapísimo hombre. La verdad es que luego me arrepentí, quizás fue un mal movimiento y él no tenía la intención de propasarse, luego pensé que de haber querido, lo hubiera intentado mucho antes, quizás en el restaurante, el ambiente era romántico y acogedor, o quizás en la seguridad de su auto, era amplio y discreto, además siempre se comportó decente mente y con mucha cortesía, no tenía por qué haber cambiado al final, sin embargo, ya lo había atacado y lo peor, me había adjudicado de nuevo la deuda que tenía con él, y además aumentada, ahora ya no solo le debía una camisa, le debía la cena, es lo que le había gritado la noche anterior, ¿o no?

Ahora tampoco podía esconderme en el anonimato, él tenía mi teléfono, mi dirección y sabía en donde trabajaba. No tenía como escapar de él y lo peor, debía de estar furioso conmigo.

Miré el reloj, en diez minutos tenía que presentarme en las oficinas de dirección. Esa mañana había llegado a las siete de la mañana, mi horario de entrada era a las nueve, pero sabía que el acceso era permitido desde las siete, quizás para aquellos jefes que les gustaba trabajar desde temprano, no lo sabía, pero agradecí que pudiera llegar a esa hora y poder terminar con el proyecto.

No me sorprendió que justo a las nueve que llegó mi jefa, me lo pidiera y se lo entregué. Sabía que no lo volvería a ver, no era el primero que me robaba, lo que ella no sabía era que siempre me tomaba la molestia de registrarlos, además tenía todos los registros del proceso de su elaboración y sus avances, en caso de que necesitara comprobar, que era yo quien los había creado. Por lo pronto ella podía seguir creyendo que me los había robado, y que yo no haría nada al respecto. Vi la hora de nuevo, cinco minutos, me puse de pie y me dirigí hacia el piso en donde se hallaban las oficinas administrativas. Nunca había estado ahí, esperaba no perderme.

Al llegar, una elegante secretaria me hizo pasar a una amplia oficina. Ahí otra mujer me recibió mirándome de arriba a abajo. No podía estarme yendo peor, era la misma que me había gritado la noche que arruiné la camisa de Sergey, en aquel momento y por su actitud, pensé que se trataba de su novia o prometida, pero ahora me daba cuenta de que era su empleada.

_ ¿Vienes por lo de la camisa de Sergey? - dijo con altanería. _ este no es el momento. Esta muy ocupado, tendrás que regresar en otro momento.

_No he venido por eso. - la miré a los ojos, lo que la molestó más. _ me mandaron llamar de dirección.

_ ¿Tú? - casi gritó con voz chillona. _ ¿trabajas aquí? Debí de suponerlo. - me volvió a mirar de arriba a abajo, con sumo desprecio. _ una simple empleada - suspiró como si eso le quitara un peso de encima. _ aun así Sergey no puede atenderte en este momento, así que márchate. - me corrió.

Estaba saliendo cuando escuché esa voz profunda a mis espaldas, me di la vuelta con rapidez y ahí estaba de nuevo, tan alto, tan atractivo, pero con expresión dura, además estaba en dirección, no quería admitirlo, pero algo me decía que no había nadie más ahí, lo que significaba que él, precisamente él, era el jefe, no solo el jefe, era el dueño. No tuve tiempo de angustiarme

_ ¿Porque estás despidiendo a la señorita? - reprendió a la mujer, quien no esperaba su reacción por la forma en la que lo miró.

_ Estás ocupado. - se justificó. _ tienes una cita pendiente.

_ Ella es la persona que estaba esperando. - dijo con molestia. _ en unos minutos más llegará también la licenciada Lozano. Que me espere hasta que yo diga que puede pasar. - luego me indicó que entrara, ante el desconcierto y la furia de ella

Yo también estaba desconcertada y un poco asustada, ¿cómo podían pasarme estás cosas a mí? A veces pensaba que sobre mí se cernía alguna especie de maldición, todo me salía mal. Estaba segura de que ahora sí que perdería mi empleo. Había abofeteado nada más y nada menos que al dueño de la empresa para la cual trabajaba.

Sergey
Vi el reloj, esperé solo un minuto más de la hora prevista para que ella llegara, suponía que era puntual, algo me lo decía, así que salí de mi oficina y como supuse ahí estaba ya y también como supuse Marlene ya le estaba haciendo la vida imposible. No discutí, solo le di instrucciones y a ella la hice pasar. Le ofrecí algo de tomar y lo rechazó, estaba nerviosa. Seguramente pensó que la despediría, pero jamás lo haría, ¿cómo? si lo único que quería era retenerla a mi lado. Se estaba convirtiendo en una obsesión para mí, no quería dejarla ir, por ningún motivo.

Antes de tomar asiento me acerqué, no demasiado, no quería otra bofetada.

_ Antes que nada. - dije. _ quiero pedirte una disculpa por lo de la otra noche, no fue mi intención.

_ Sé que me va a despedir. - dijo frotando sus manos con nerviosismo. No había escuchado nada de lo que le dije. _ pero solo le pido tiempo. - continuó. _ para poder pagar mi deuda con usted, de lo contrario no podré hacerlo.

_ No me has escuchado, ¿verdad? - me acerqué más y tomé sus manos entre las mías.

_ ¿Que? - me miró a los ojos como si saliera de un trance. Luego miró sus manos entre las mías.

_ Te pedí disculpas. - dije sin soltarla.

_ Pero...

_ No te despediré. - dije. _ y quiero que me disculpes por lo del beso, de verdad no fue mi intención. Y tampoco te estoy cobrando nada, tu deuda quedó saldada anoche, soy un hombre de palabra. No me debes nada.

Ella me miró sin poder creerlo y yo me perdí en esa mirada, no espero que me crean, pero ya estaba perdidamente enamorado de ella, había caído sin remedio a sus pies y no lo lamentaba en lo absoluto, por el contrario, me estaba volviendo loco pensando en cómo llegar a su corazón.

AMOR INESPERADO/No. 3 De La Serie: AMORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora