A Jimin nunca le gusto ser el mismo, pero amaba ser el hermano mayor de Jihyun. Hasta que su camino comenzó a separarse y la brecha se hizo tan grande para intentar cruzarla.

Vivir bajo expectativas fracturó su hermandad y mientras Jimin era entrenado para ser el hijo perfecto, Jihyun fue relegado a ser la segunda opción. Fue cuando su hermano comenzó a. Y un día, Jimin se dio por vencido con Jihyun, la parte más triste de la historia es que a Jimin nunca le importó lo suficiente como para mirar hacia atrás una sola vez.

El silencio se extendió entre ellos, tenso y arrollador, se vieron el uno al otro sin parpadear. Eran desconcertante las similitudes entre Jimin y Jihyun. Sus rostros, sus ojos, su cabello, todo tan familiar. Y, sin embargo, Jimin era indomable, Jihyun parecía meticulosamente cuidado y controlado. Jimin se escondía detrás de una sonrisa, Jihyun se escondía detrás de sus ojos muertos.

Jimin se tomó el tiempo para escudriñar a su hermano, mientras se apoyaba contra la pared, como si estuviera en una reunión cautivante. Jihyun vestía de traje con saco y zapatos lustrados. Siempre tan elegante, su apariencia, sin embargo, contrastaba con su piel pálida, casi enferma, y sus ojos cansados.

No lo había visto desde el comienzo del verano, ni siquiera fue capaz de despedirse de él cuando llegó el momento de irse, le costaba admitir que había esperado que su hermano lo llamara, lo buscara, pero no lo hizo. Y ahora, su reunión parecía inesperada por parte de ambos, fría y sin importancia, como si ahora fueran dos extraños encontrándose por casualidad.

Como solía suceder cuando ambos se juntaban, Taehyung permaneció al margen, chico, inteligente. Nadie quería estar cerca cuando hielo y fuego se enfrentaban.

—Jimin —saludó su hermano con voz frígida y distante.

Sin poder evitarlo, Jimin se estremeció, odiaba el poder que tenía Jihyun sobre él. A menudo tenía que recordarse que él ya no era su pequeño hermano, no, ahora era la sombra de dos personas que lo habían moldeado a su antojo y semejanza.

—Jihyun, ¿cómo has estado? —preguntó con una sonrisa.

Los ojos duros de su hermano se estrecharon. Dios, esa mirada, sus ojos podrían parecerse tanto que cuando se veía en el espejo no podía evitar recordar la noche en la que todo se volvió complicado, Jihyun había permanecido al otro lado del comedor distante y evitativo, sin defenderlo.

—No tan bien como probablemente tú lo estás—contestó.

—No seas modesto, te ves genial.

—¿Sí? Padre opina diferente — dijo dispuesto a dar media vuelta e irse como si Jimin no valiera su tiempo.

Jimin evitó estremecerse ante la mención de Padre. No quería ni imaginarse los dolorosos castigos que estaba implementando, ni siquiera se atrevía a pensar en ellos porque sabía que el sufrimiento de los demás, era su culpa.

—Yo creo que te ves perfecto —sonrió, mientras a Jihyun le invadía una risa rencorosa.

—Eres un cabrón—murmuro furioso.

—Eso me han dicho —le contesto Jimin.

Su hermano lo vio con severidad, como si tratara de descubrir si era el mejor momento para hablar con Jimin o estaba en un momento difícil donde todo lo que hacía era contestar con comentarios sarcásticos y bordes, en esos instantes, debían dejarlo solo porque no obtendrían nada más de él y claro que Jihyun lo sabía.

—No tengo tiempo para esto. Adiós, Jimin.

Jimin apretó los dientes ante la indiferencia de su hermano.

Florecer | KOOKMIN |Where stories live. Discover now