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Lo besé tantas veces que se me estaban por desintegrar los labios, lo había extrañado. Le acaricié la nuca, le besé la mejilla y el me sonrió mostrándome esas bonitas arrugas que se le hacían alrededor de los ojos. El también me abrazo, tan fuerte como lo hacía siempre.

-Te extrañé. -Repetí por vez número mil desde que había llegado. Se había ido tres días y para mi era una eternidad, ni siquiera le había permitido dejar la valija, que me abalancé sobre él.

-Yo también, cariñito.

William era hermoso, el tipo mas lindo que conocí en mi vida y con tan solo mirarlo me removía el piso con su encanto. Cuando me casé con él, con mis amigas todavía no podíamos creer como era que conseguí un hombre tan lindo como él. Bromeábamos con que hasta lo dejaría que me engañara con tal de no dejarlo ir, era gracioso, porque años después se hizo realidad. Ellas, mis amigas, no tenían idea. No quería decir que tenía dudas, no quería admitir que no era suficiente para él porque era algo que todos sabíamos y tarde o temprano conseguiría a alguien mejor. Sabía que tenía que aguantármelo porque era un estándar muy elevado, salir con Leonardo Dicaprio siendo Winnie de Hocus Pocus, era algo como eso. No me consideraba una mujer fea, normal. El bajo autoestima no tenía lugar en mí pero también era consciente de lo que podía conseguir y William no era algo común en conseguir.

Pasamos la tarde acostados en nuestra cama, acariciándonos mientras veíamos una película, me habló de su viaje de negocios, sobre la conferencia que dió y me mostró fotos. Deseé que se le escapara alguna foto desnuda de alguna mujer para tener alguna prueba de mis ideas, para poder reclamarle por algo. Pasamos
por toda su galería y simplemente había fotos que un médico tendría; papeles, archivos, capturas de pantalla con resultados, radiografías, fotos de las conferencias y alguna que otra en algún lugar que fue a visitar, como un parque o un museo. Fotos cualquiera de nuestra casa, de su familia, nuestras. Nada en lo que dudar, nada en lo que poder reclamarle.

-¿Que hiciste estos días sin mi? -Preguntó.

-No mucho, fui a cenar con unas amigas. Trabajé bastante. ¿Tienes hambre? ¿Quieres que cocine?

-Oh, si. Me gustaría comer algo que no sea comida rápida.

Le sonreí y me levanté de la cama. Toda mi vida odie cocinar, era lo peor que podía pedirme que haga, pero creía que él ni lo sabía. Intentaba hacer lo mejor posible para complacerlo y que se quedara más tiempo aquí. Sin embargo aunque cociné para él, deshice su valija y lavé los platos, no fue suficiente.
   Me dormí. Despertándome un rato después sin él en la cama, más bien vistiéndose formalmente con un olor a perfume que se sentía por toda la casa. Lo miré de espaldas poniéndose la camisa, era muy atractivo. La camisa le quedaba un poco tirante por sus músculos, deleitándome. Deseaba que hiciéramos el amor, pero casi nunca lo hacíamos. Muy de vez en cuando, eso era otra de las razones por las cuales dudar.

-¿A donde vas? -Pregunté, sobresaltándolo. Me sonrió terminando de abrocharse la camisa.

-Iré a tomar con unos amigos.

-Es la una de la mañana.

-Si, volveré rápido. -Asentí sabiendo que probablemente no iría con sus amigos. Me besó, me dijo que no lo esperara despierta y se fue, dejándome.

Siempre intentaba esperarlo, aguantaba lo
máximo posible con la esperanza de que llegue y quiera tocarme, besarme o abrazarme tanto que me saqué todo el aire. Nunca pasaba. Siempre me quedaba dormida y cuando despertaba él estaba a mi lado, dándome la espalda. En esos momentos siempre le acariciaba la espalda a punto de llorar, porque sentía que no me quería y que prefería tocar a otra. Lo entendía, en cierta parte.

ForenseWhere stories live. Discover now