Capítulo 11: Pelirroja a la luz de la luna.

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—Antonella siempre ha sido una persona cruel y seguro era por envidia, porque tu pelo es precioso y todo en ti en general también lo es... Antonella tiene miedo de la gente que sabe que es mejor que ella —la abracé mientras secaba sus lágrimas.

—Gracias... —sonrió correspondiendo mi abrazo aunque aún le caían algunas lágrimas—. Josefina era mi amiga, pero un día comenzó a molestarme de la nada... pero aunque dejó de hacerlo, ya no somos amigas, nos distanciamos con el tiempo...

—¿Y eso por qué? —le pregunté, curioso.

—Se hizo amiga de Tamara y me fue olvidando... —dijo mientras se sorbía los mocos.

—Creo que nadie sabe valorar lo maravillosa persona que eres, tú te mereces mucho más —contesté mientras no paraba de poder mirar sus hermosos ojos.

—Bueno, basta de hablar de mí —se recompuso secando sus lágrimas—. ¿Tú y tu hermano sois gemelos? Porque sé que vais a la misma clase, y gracias Álvaro, tú también eres maravilloso... —se puso nerviosa.

—No, yo repetí un curso, yo soy mayor que él.

—Ah vale, igual no os parecéis en nada... Oye, oí que a tu hermano le gustaba alguien, ahora que estamos lejos y no hay nadie, ¿No me lo vas a decir? Por favor, me da mucha curiosidad... —insistió Madelaine.

—Creo que no estaría bien decirlo, solo diré que es una chica que conoces, pero no puedo decir nada, lo siento —contesté tajante.

Nos tumbamos en la arena continuando la conversación.

—Bueno, vale, pero la verdad conozco a mucha gente.

—Ya, pero bueno, tengo que ser fiel a mi hermano.

Me preguntó si era de la escuela, a lo cual yo asentí.

—Mmm... ya sé quién es —chasqueó sus dedos.

—¿En serio? —me quedé perplejo al ver que lo descubrió.

—Seguro es Solsito —me miró mostrando gran seguridad en su rostro.

—No —negué con la cabeza soltando una leve carcajada—. Venga, te lo voy a decir, pero por favor, no se lo digas a nadie.

—Soy una tumba —se hizo la muerta en la arena.

—Es Pía.

—¡¿Qué?! —gritó tanto que unos ancianos que habían cerca nuestra se marcharon maldiciéndonos—. Yo a Pía la verdad la veo muy fea, no me gusta juzgar así a la gente, pero lo siento.

—Ya, la verdad es que tu eres mucho más guapa que Pía, siempre se lo he dicho a Sebas...

—¿Hablabais de mí? —me miró muy sorprendida.

—Digamos que para mí siempre fuiste alguien especial, así que a veces le hablaba a Sebas de ti —le dije muy nervioso.

Sentía como si mi corazón se me fuera a salir del pecho de lo rápido que latía, creo que hasta Madelaine podía escucharlo.

—¿Por qué era especial para ti? —Madelaine me miraba fijamente.

—No sé, siempre sentí algo especial por ti... —dejé de mirarle a los ojos porque me estaba muriendo de vergüenza.

—¿Qué tipo de sentimiento especial? —preguntó, intentando que fuera directo de una vez.

—Pues que me gustas, básicamente —la miré durante unos segundos y no tardé en bajar la mirada—. Ay, no debí de haber dicho eso... Bueno, mejor olvídalo, ¿sí? —miré al lado contrario de donde se situaba Madelaine.

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