De Bugambilias Y una Estrella a la Derecha

III

Tenía una sonrisa casi tan dulce como su aroma. Sus ojos se enchinaban y su cara se contaría en una mueca lo suficientemente infantil como para restarle la mitad de su edad. Con aquel espectaculo ante tus ojos podrías asegurar que era una niña sin maldad, un ángel , un resplandor en la oscuridad, un ser fuera de este mundo lleno de maldad.

En ese momento sus máscaras desaparecieron. Su sistema de protección falló por unos instantes y admire un fantasma. Un fantasma de años atrás, de unos ojos más vivos, de un corazón más inocente.
Tiempo después el fantasma volvería una y otra vez invocado por una sonrisa, una lagrima, o un beso.

"Lieber" era lo que estaba grabado en la placa de su brazalete. Una palabra que parecía de otro mundo y en ese instante un momentáneo relámpago de esperanza.

_¿Ese es tu nombre?_ dije señalando el brazalete en su muñeca. Una sonrisa atravesó su rostro, desvió la mirada y no dijo palabra alguna.

Días después seguí admirando ese brazalete; como si esa palabra sin sentido para mi mente cobrara sentido en lo profundo de mi corazón.

_¿Piensas preguntarme alguna vez su significado o solo lo seguirás contemplando por la eternidad?_ exclamó con un toque de diversión viendo como mis ojos paseaban una y otra vez por su muñeca.

Cuando por fin hice la pregunta correcta y ella me rebeló su significado mi mente entendió el sentir de mi corazón.
Esa misma noche en la intimidad de mi habitación susurré la misma palabra una y otra vez. Cómo si pidiera un deseo, como si fuese nuestro secreto, como si fuese su nombre. La saboree y cada letra acarició mis labios. Y en medio de la oscuridad tan solo una palabra y su recuerdo regocijaron mi corazón.

Tiempo después descubriría que la palabra grabada en su brazalete no seria la única que llenaría a mi mente y mi alma de ilusiones. Y es que así era ella, llena de palabras hermosas con fecha de caducidad.

Ese día sentados en la misma grada no fue la primera vez que vi su sonrisa. Ni el día siguiente, ni la semana posterior. Pero la primera vez que ese resplandor inundó su rostro ante mis ojos, quedará enmarcado en mi mente entre brisas otoñales y atardeceres sangrantes.