Capítulo 9: El beso de Judas.

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—Puede ser, aunque yo desde que estoy con Camila, siento que me alejé de Mad... —noté tristeza en los ojos de mi hermano.

—Yo desde que me besé con Tamara no se como pero me siento menos cerca de Pía. Aunque siempre tiene que pasar algo que me la recuerde... —tragué saliva.

—¿Algo como qué? —preguntó con cara de estreñido.

—Como no poder evitar ir a consolarla al baño y que Mario me vuelva a amenazar —mis manos comenzaron a temblar.

—Tal vez no tendría que haberte dicho que fueras... lo siento. Lo mejor es intentar olvidarlas, yo no quiero enfrentarme más a esos dos.

Cuando dijo esas palabras, noté como a Álvaro se le pusieron los ojos cristalinos, pero como sé que no le gusta hablar de sus sentimientos, seguí la conversación.

—Joder, pero es que cada noche me invento historias y me imagino que es mi novia y la salvo de que la violen dos moros... —dije, sin pensar mucho en mis palabras.

—Pues hay que quitarse la obsesión, mejor obsesionarnos con la Camila y la Barbie —se río leve.

—Pero Barbie no me gusta, prefiero a Tamara.

—¿Pero no decías que no te gustó el beso?

—Bueno, no, pero mejor que la Barbie tóxica.

—Para eso mejor no estar con nadie.

—Ya, ¿Y tú con Camila?

—Con Camila bien, ella me atrae pero... estoy enamorado de Madelaine —puso una sonrisa que expresaba tristeza.

No se me da bien consolar a las personas, así que la conversación se cortó ahí creándose una situación un tanto incómoda.
Al acabar las clases, Álvaro Salazar fue a casa de Madelaine, disponiéndose a tocar el timbre. No pasó ni un minuto y Madelaine abrió la puerta, quedándose más pálida de lo que es al verle.

Madelaine

—Hola... —comenzó a temblarme la voz cuando vi el rostro de mi novio.

—Me he enterado de que últimamente sales mucho de casa —dijo Álvaro, mientras se le hinchaba una vena en la frente.

—Si... —me dió un escalofrío— pero no hago nada malo Álvaro, solo pasear...

—Vamos a tu habitación anda —me agarró bruscamente del brazo llevándome hasta mi habitación donde cerró la puerta y seguidamente me empujó—.Tú no puedes ir a ningún lado, ¿me has oído? —gritó Álvaro en toda mi cara.

—¿Por qué? —pregunté, con voz entrecortada.

—Porque sólo puedes estar conmigo, ¿me has entendido o no? —comenzó a tirarme cruelmente de los pelos.

Comencé a llorar en silencio.

—Si, llora que es lo único que sabes hacer —me soltó del pelo— bueno, espero que me hayas entendido o si no volveré —se fue dejándome tirada en el suelo llorando.

Cuando logré tener algo de fuerzas, empecé a marcar el número de Álvaro Martínez. Este nada más ver la llamada la cogió sin que pasara apenas un segundo.

—¿Qué pasa? —preguntó Álvaro un tanto exaltado.

—Álvaro... ¿te acuerdas de lo que me dijiste de escaparnos juntos? —pregunté, con la voz débil.

—Sí, ¿Por qué? ¿Estás llorando? —dijo muy preocupado.

—No aguanto más, me voy a escapar —me sorbí los mocos.

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