— No quiero volver a Francia.— Determiné tensa.— Ya sabes porque.— Finalicé con mi labio inferior temblando.

— Hija-

— No empieces.— Lo interrumpí aguantando las lágrimas.

— Sé que es difícil, pero debes seguir adelante, Dani.— Escondí mi rostro en mis rodillas, apretando la mandíbula para no llorar.— Poché y Elizabeth no estarían orgullosas de ti.— Sentí cómo mi corazón se rompió.

— No puedo hacerlo...— Musité en un hilo de voz roto.

— Si puedes, hija. Házlo por ellas.— Alentó papá acercándose a mi.

Me solté a llorar y mi papá me abrazó con fuerza, me aferré a su camiseta sin poder detener mis sollozos. Dolía, dolía tanto no tener a Poché conmigo, me sentía sin vida, ella era mi vida.

— Aún la recuerdo...— Hablé contra el pecho de papá.— Su risa hace eco en mi cabeza cada día, a veces pienso que entrara por la puerta y me abrazará, que la sentiré conmigo y me dirá que nunca se fue...— Solté otro sollozo más doloroso.— Extraño tanto su calor, su aroma, ver sus ojos.— Susurré extrañando cada parte de ella.

— Sácalo todo, ratona.— Papá dejó un beso en mi cabeza.

— Me da miedo no pensarla, siento que la olvidaré y no quiero, papá.— Las lágrimas nublaban mi visión, pero mi pecho dolía cómo nunca antes.

— Hay veces que es mejor dejar ir, ratona.— Aconsejó papá sobando mi espalda, negué con mi cabeza.

— No quiero, no quiero soltarla...— Me negué.— Eso confirmara que está muerta.— Lloré con más fuerza al decir la realidad en voz alta.

— Poché fue una gran persona, ratona, pero debes dejarla ir, dejarla descansar en paz.— Murmuró papá con pesar.

—¿Crees qué por eso se suicidó?— Musité con miedo, cómo si fuera un secreto que el amor de mi vida había muerto.

— Tal vez, nunca sabremos porque tomó esa decisión, ratona.— Contestó papá abrazándome.

— Me duele recordar cómo la encontré, papá, y-yo-

— Shhh, no lo recuerdes.— Consoló papá con tristeza.

Era imposible no hacerlo, cada día me lamentaba haberme ido, haberla dejado solo una hora, si no me hubiera ido ella estaría conmigo...

Caminé rápidamente para llegar al hotel en el que se hospedaba Poché, habían sido días difíciles, con la muerte de Elizabeth Poché había caído en un cuadro de depresión muy fuerte, no comía, no dormía, no hacía absolutamente nada y eso me preocupaba.

No me había despegado ni un momento de ella, quería darle mi apoyo, demostrarle que estaba con ella y podía contar conmigo, incluso cuando ella a penas y me dirigía la palabra.

Suspiré y agarré la bolsa con la comida que había conseguido con fuerza, hoy haría el intento de que Poché comiera al menos fruta, habían pasado muchos días y no había probado bocado.

Al menos tenía la esperanza que con la pequeña cena sorpresa que le haría se ponga de mejor ánimo. Esbocé una sonrisa y apreté la rosa en mi otra mano, hoy todo mejoraría.

Enfoqué mi vista al frente y fruncí mi ceño al ver gente en la entrada del hotel, justamente en la calle. Habían patrullas y demasiada gente, apresuré el paso y tragué grueso sintiendo mi respiración agitada.

— Permiso, permiso.— Pedía a la gente intentando ir a la entrada del hotel.

— Señorita, no puede pasar.— Un oficial me detenía, suspiré.

La lista || TerminadaWhere stories live. Discover now