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Una niña pequeña, con cabellos pelirrojos ondulados corría por los pasillos del gran castillo, pues aunque lo intentó, se seguía perdiendo entre los corredores encantados. Si no prestaba atención a por dónde caminaba, llegaría tarde a su primera clase de pociones.

Desde que subió al tren que la llevaría a la escuela, todos habían sido muy buenos con ella, se había hecho amiga de un niño pelirrojo muy simpático en el tren, y aunque no lograba recordar muy bien su nombre, el niño la había reconocido de inmediato, y le había contado la historia completa de la cicatríz en su frente, la que tiene forma de rayo. Su tía le había contado un poco sobre ella cuando preguntaba, que un hombre malo y loco se la había hecho, y que la marca quedó porque sus padres habían muerto protegiéndola de él.

Paró de caminar abruptamente en donde el pasillo se dividía, sacó de su mochila el mapa del castillo, la copia que su nueva amiga de la casa azul, cuyo nombre aún no lograba recordar, le había dado esa mañana al salir del gran comedor después del desayuno. Recorrió el papel pergamino con la mirada, y dedujo que había estado caminando en la dirección contraria; hechó un vistazo al reloj muggle en su muñeca, y al ver que faltaban tan solo siete minutos para la clase, volvió por dónde había llegado, siguiendo el mapa, y preguntándose por qué no lo había usado cuatro corredores atrás.

...

Llegó al salón en el momento justo en el que se abrieron las puertas; se coló entre los demás alumnos de aspecto nervioso que se apretujaban en las puertas y consiguió llegar hasta su amigo pelirrojo, quien había guardado un asiento a su lado para ella.

Tan solo segundos después de que todos los estudiantes de primer año tomaran asiento, ondeando dramáticamente sus túnicas con cada paso, llegó el profesor, quien posteriormente dió un discurso sobre las cosas que aprenderían en su materia; la pelirroja encontró todo eso aburrido, por algún motivo no lograba concentrarse en las palabras lanzadas al aire, y cualquier mínimo detalle en el salón captaba su atención, como los frascos con cosas raras en su interior ¿Era necesario tener todo eso a plena vista?.

El profesor pasó a llamar la lista, durante esos momentos, el silencio se mantuvo presente entre los normalmente ruidosos y alborotados Griffindors, interrumpidos por las casi inaudibles e inseguras palabras que confirmaban la presencia de un estudiante; realmente todos temían a ese oscuro profesor.

Todas las miradas se dirigieron hacia ella cuando no estaba prestando atención, y después de despertar de entre sus pensamientos con una sacudida que casi la echa de las silla por parte de su nuevo mejor amigo Ron, miró interrogante al profesor, y sin decir nada, ni repetir su nombre nuevamente, anotó "presente" en la lista de alumnos.

Esa primera clase no resultó tan mal como todos habían dicho que solían ser, había respondido algunas preguntas, trabajó con Ron en una poción, y exceptuando el accidente de Neville con su poción, podría decir que había sido su clase favorita hasta ese momento.

...

Era sábado por la mañana cuando había terminado de redactar la tercera carta de la semana para sus tíos, durante el desayuno de las mañanas anteriores su nívea lechuza había llegado volando hacia ella con algo en sus manos, o patas técnicamente, así que decidió ahorrarse el viaje hasta la lechuceria y esperar hasta que su amiga Hedwig entregará el correo para enviar la carta que descansaba en los bolsillos de su túnica, entre su varita, el mapa del castillo, unas monedas plateadas, y salsa picante*.

Había deslizado descuidadamente su frasco de tinta y la pluma hacia el lado contrario de la mesa cuando su estómago comenzó a reclamar alimento, y mientras se servía algunas porciones de pollo, la molesta niña que se creía mucho por presumir lo que memorizó en sus libros de texto escolares le había hablado.

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⏰ Last updated: Nov 16, 2023 ⏰

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