La vida de Daniel se había convertido monótona, aburrida y vacía de la noche a la mañana.

Una vez que se graduó de Durmstrang, con notas perfectas, sintió que ya no valía la pena vivir. No tenía nada que lo emocionará, que lo hiciera sentir vivo. Tenía todos los galeones que alguien podía imaginar, no había necesidad de levantarse de la cama si quería. Su vida miserable e insufrible estaba planeada. No tenía motivación para nada.

Fue entonces que la emoción llegó a su vida, en forma de un terrible secreto que alcanzó a escuchar de la boca de Elphias, la noche que decidió mezclar pastel de zarzamora y vino, su nueva adicción.

-Cuando te levante por primera vez...- El hombre miro sus regordetas manos- Supe que eras especial, como un regalo hijo. Aunque te parecieras tanto aquel bastardo.

Mientras la plática seguía, de cosas sin sentido, Daniel no podía sacarse la elección de palabras de su abuelo. ¿Tanto a él?, ¿Por qué lo dijo con desprecio, si yo vi como lloraba sobre el cuerpo de mi padre? Daniel pensaba.

-Si- Daniel fingió darle un trago a su botella de vino tinto, esperando que su abuelo lo siguiera- Me parezco a mi padre, Elmut y yo...

Pero para desgracia de él, eso no era cierto. La única cosa que Daniel quería era ser como su padre, pero su cabello y ojos cafés no sé parecían para nada en los rizos oscuros y ojos color jade de su progenitor.

-¿Elmut? Por supuesto que no...- El hombre por poco escupió la rebana de pay de su boca- Me refiero a Edward, a ese es al que te pareces.

Los ojos de Daniel rápidamente buscaron la pintura familiar, justo encima de la chimenea, donde contemplaba a sus abuelos y los hijos de ellos. Elmut estaba a lado de su madre, Vinda, los dos con ojos penetrantes verdes y un aire de superioridad a su alrededor. Era claro que los dos eran los que tomaban las decisiones y mantenían al resto de la familia en su sitio.

Abajo, sentados, estaban Elphias con su gran barriga y barba junto con Evan, con su cabello rubio y ojos verdes como el pasto en primavera. Increíblemente para todos, Evan había sido un estupendo tío. Solía llevarle ranas de chocolate de sus viajes largos, que pronto se descubrieron como torturas a muggles y mestizos. El falleció cuando Daniel tenía solo nueve años, nunca supo cómo sucedió, hasta que creció.

Siempre se preguntó porque si su tío Evan había sido... de esa forma, ¿Por qué su padre no?. No era un fanático de los mestizos o muggles, no solía codearse con nadie que no fuera sangre pura, pero él nunca se enteró de que su padre estuviera a fuera cazando a seres humanos como si se tratará de animales. Él nunca vio esa maldad que la sonrisa de su tio Evan tenía en su progenitor.

Jamás.

-¿Quién es Edward, abuelo?- Daniel preguntó, mirando con el ceño fruncido la imagen de su padre. Tal vez, pensó, no lo conocí del todo bien.

-Tú sabes quién es- Con los brazos cruzados y la cabeza hacía atrás, más dormido que despierto, el borracho de Elphias contestó.

Daniel escuchó como su abuelo roncaba y decidió apartarse de él, sabía que era imposible tratar de averiguar más de su propia boca, manchada de zarzamora. Como siempre, su abuelo era un inútil. No se imaginaba un solo momento donde el hombre hubiese mostrado un poco de agallas. Daniel nunca supo que quería ser en la vida, pero en ese momento descubrió que no quería ser como su abuelo.

La única persona que conocía con agallas, y ovarios de sobra, era su abuela Vinda, Daniel se estaba arriesgando a que lo abofeteará por interrumpir su siesta pero valía la pena el riesgo. Subió por las largas escaleras, acomodándose sus lentes y golpeó la puerta de la habitación principal.

ALL THIS TIME - Bill Weasley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora