Capítulo 25: Invitación improvisada

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Como era de esperarse, no paró de llover en toda la noche, así que Alejandro se quedó en casa. Insistió bastante tiempo en acostarse conmigo, pero al final entendió que quería distancia y terminó durmiendo en el sillón.

De todos modos, yo no pude pegar un ojo en toda la noche, por segundo día consecutivo. Creo que voy a tener tantas ojeras que voy a parecer un panda. Entre los nervios de terminar la peli, de mantener mis derechos, terminar el guion de mi última obra y de que esta noche tengo mi encuentro con Abel, no pude parar de pensar. ¿Será verdad lo que dijo el hijo del portero? Es que me parece todo tan absurdo, ¿por qué iba a querer perder la virginidad en la cama de un desconocido? Es muy raro y se me hace muy poco creíble.

Escucho ruidos en la cocina, así que me levanto y encuentro a Alejandro sentado, tomando un café con un par de papeles en la mano, y siento que se me cae el mundo. Enseguida corro hacia él y se los saco, aunque luego me siento como una estúpida al ver que es el diario de hoy. Me mira con las cejas arqueadas y una mueca divertida.

—¿Qué te pasa? —me pregunta llevándose la taza a sus labios. Siento mi cara arder de la vergüenza y me aclaro la voz.

—Necesito leer el horóscopo, es mi ritual de todas las mañanas —expreso para escapar de la situación. Suelta una risa de incredulidad y me dirijo a esa sección.

Amor: Procure sanar las viejas heridas que tiene en el corazón. Deje de mirar el pasado y tome ya una decisión. Piense qué quiere hacer en el amor.

Dinero: Surgirán demoras en las transacciones comerciales. Asesórese antes de invertir sus bienes. De lo contrario, podría tener una gran pérdida económica.

Debe ser una maldita broma. ¿De verdad justo hoy me tiene que tocar esto? En realidad, ¿justo hoy se me ocurre mirar el horóscopo? ¡Nunca lo leo! Además, no solo voy a tener que superar mi pasado, sino que además voy a quedar pobre.

—¿Te va a ir bien o no? —cuestiona Alejandro con tono burlón. Me encojo de hombros.

—No —contesto con sequedad devolviéndole el periódico. Al parecer él lee el que le corresponde, ya que sonríe con satisfacción.

Me sirvo un poco de café y suspiro. Tengo que hablar con Eduardo, él es el único que me da fuerzas y me ayuda a sobrevivir en los días difíciles, siento que hoy es uno de esos.

—¿Qué vas a hacer esta noche? —interroga con tono desinteresado, aunque me mira de manera contraria.

—Dormir —replico. Suelta una risa irónica y me rasco la cabeza—. Supongo que hablar con mi mejor amigo.

No pienso decirle que voy a salir con Abel, por supuesto. ¿O será que él se lo dijo y me está preguntando para saber si le digo la verdad? Sea lo que sea, sigue siendo un comportamiento sospechoso.

—¿Y vos qué vas a hacer? —decido preguntar para ver cómo reacciona. Hace una mueca pensativa y luego sonríe.

—Supongo que ayudar a mi padre en la pizzería o salir con unos amigos —dice intentando sonar seguro, aunque percibo un poco de duda en su voz, además le tembló el labio.

No sé porqué, pero no le creo nada. Voy a tener que vigilarlo de cerca durante todo el día.

Luego de desayunar y de darnos una ducha —tuve que dejarlo bañarse conmigo para ahorrar agua, pero lo mantuve alejado—, nos dirigimos al estudio. Al parecer hoy toca grabar la boda, genial.

¿Por qué tuve que escribir una historia romántica con final feliz? ¡Hubiera matado a todos! Hubiera sido una culminación mucho mejor, quizás debería haber caído un meteorito en medio del casamiento.

La boda de mi exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora