Una Noche Loca

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Yo le dije mi nombre mientras nuestras manos seguían en contacto. Sentí de pronto mucho calor, y puedo asegurar que no era producto de la bebida, pues aún no había tocado mi copa. No podía dejar de mirarlo y él, por su parte, tampoco despegaba de mí sus hermosos ojos color café. Me dijo que estaba de viaje por negocios y que había perdido su vuelo. Me contó que era coreano y que había aprendido español en el instituto. Lo hablaba muy bien. Luego preguntó qué hacía yo, quería saber todo de mi. Hablamos de todo un poco, nos reímos y perdimos por completo la noción de las horas. Creo que fuimos los últimos clientes en marcharnos de aquel bar, pero no estoy segura.
De pronto, tiró de mi mano, atrayendome hacia él y, pegando sus labios a mi oído, me dijo que no quería pasar sólo aquella noche. Le contesté que yo tampoco. Fue así como me invitó a su hotel y yo acepté, sintiendo que el corazón se me desbordaba de nervios. Pará ser sincera, era la primera vez que me aventuraba de esa manera. Cuando entre a aquel bar, supuse que tan solo tomaria un trago y luego volvería a la soledad de mi casa.
Nos fuimos, tomados de la mano. Al llegar a su habitación, sin prender las luces, me aprisiono contra la pared y empezó a besarme, despacio al principio y luego con más apremio. Sus besos me hicieron olvidar mi nombre y cualquier otra cosa que no fuera todas las sensaciones que despertaba en mi con esa boca y sus manos que parecían haberse multiplicado como por arte de magia.
- Wookie - solo su nombre lograba articular.
Nuestras ropas se desparramaron por todas partes y él, en dos largos pasos, me llevó hasta la cama, allí, a la luz del velador, pude apreciar el glorioso espectáculo de su hermoso cuerpo desnudo, sus hombros tan poderosos,, su torso que parecía dibujado por algún artista del Renacimiento, todo en él era perfecto. Tomé cuenta de sus tatuajes, que sólo acentuaban la peligrosidad de su belleza. Quise preguntarle porqué tenía en el muslo dibujada la Catedral de la Sagrada familia con aquella frase "Para mí felicidad" pero, cuando estaba por hablar, él, que me devoraba con la mirada de un felino hambriento, no tardó en volver a atormentarme con sus besos...

Daikiri De Frutilla Y Una Botella De Agua Donde viven las historias. Descúbrelo ahora