Daikiri De Frutilla Y Una Botella De Agua

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Abrumada por la monotonía y la pesada semana de trabajo, aquella noche de verano, me arreglé, me puse una blusa algo sugerente, peine mi cabello corto y me calce los tacones que hacía tiempo dormían el sueño de los justos en la parte más olvidada del placar. Besé a mi gato Jin en la cabeza y salí a la calle. No tenía un rumbo fijo, ni un plan, solo quería pasarla bien, divertirme. En eso, llamó mi atención un cartel de neón en forma de bebida con un nombre que no retuve. Decidí entrar.
Sonaba una música extraña en los parlantes, jazz, rock o quizás una mezcla de ambas. Me acerqué a la barra y pedí el daikiri de frutilla que figuraba en su menú. El barman asintió y en cuestión de segundos tuvo listo mi trago. Me di la vuelta para mirar a mi alrededor. No había mucha gente. Cerca del ventanal estaban sentados un grupo de cuatro o cinco hombres y mujeres que reían y hablaban al mismo tiempo, alzando la voz sobre el sonido de la música, después, en una mesa junto a la barra estaba sentado un hombre con aire de no ser de por aquí, tenía en las manos una botella de agua y me miraba atentamente. Me acerque y le pregunté si podía sentarme a su lado, él, con un gesto de la cabeza y una mirada que me mató, asintió. Me miró de pies a cabeza, sin disimular, prácticamente desnudandome . Yo también lo observe. Debo decir que era bastante apuesto, cabello corto y negro, una nariz bien definida y unos labios carnosos que, sospeché, seguramente besarían como los dioses, y esos ojos que hipnotizaban a quien quedara expuesto a su encanto. Me pregunto con una voz bien varonil, si estaba sola y yo dije que sí. Estiró hacía mi una esbelta mano de dedos largos y sonrió.
- Puedes llamarme Wookie - se presentó estrechando mi mano, reteniendola algo más de lo habitual para un saludo...

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