No quería tener una triste despedida, no quería verla y tener la típica frase cliché de: “no eres tú, soy yo” marcando mi triste vida.

— Vamos a hacer algo divertido para que quites esa cara larga.— Salí de mis pensamientos al escuchar a mi acompañante.

—¿El qué?— Inquirí alzando una ceja, Elizabeth sonrió.

—¿Haz hecho cosas malas?— Indagó alzando sus cejas pícaramente, fruncí el ceño.

— Depende de cuáles, Lizzie.— Titubeé con duda.

—¿Del tipo policiaco?— Abrí y cerré mi boca ladeando mi cabeza, la chica esperaba una respuesta.

— Si voy a ir presa por ti te advierto que te dejare sola en prisión.— Advertí apuntandola con mi dedo índice, Lizzie rió.

—¿Me acompañas o no?— Inquirió, enchiné mis ojos y dudé.

—¿Tengo opción?— Cuestioné alzando mis cejas.

— De todas formas te llevaré.— Soltó sin más, abrí mi boca ofendida.

— Eso es secuestro.— Mencioné tamborileando la mesa con mis dedos.

— No cuando la otra parte quiere ir.— Contestó tenaz, asentí con mi cabeza.

— Touché.— Murmuré, ella sonrió triunfante.

—Garçon, une bouteille de gin!«¡Mesero, una botella de ginebra!»— Gritó de pronto en francés al mesero.

— Siento que te gustan los problemas.— Comenté entrelazando mis manos y dejarlas en la mesa.

— Espero no convertirme en un problema y ser una buena amiga.— Respondió Elizabeth, poniéndose de pie.

— Ten por seguro que lo estás cumpliendo.— Aseguré con una sonrisa, Elizabeth sonrió.

El mesero nos trajo la botella de ginebra, Elizabeth pagó y salimos de aquél lugar con la botella. En mi cuello colgaba mi cámara, a lo que Lizzie me dijo que no podía llevarla, a lo que me dijo que la dejara en la cafetería, que conocía al dueño.

Después de tantas súplicas, la dejamos en el restaurante bajo llave, ella prometió que me la haría llegar cómo sea, después de quejarme por no ir a mi hotel y ser llevada por una extraña no sé dónde, me rendí y dejé que me guiará dónde quisiera.

Sentía que Elizabeth me tenía una gran sorpresa.

(...)

Enganché mi brazo al de Lizzie mientras bailabamos, dando saltos y dando vueltas con nuestros brazos enganchados, en mi mano libre tenía un trago y Lizzie tenía una botella en la otra, ella estaba descalza y gritaba con emoción.

No sé cómo habíamos terminado en un club clandestino bailando polka, pero me sentía tan efervescente y divertida que lo agradecía infinitamente. Mi acompañante soltaba carcajadas tomando de la botella y yo intentaba no tirar mi trago.

En la esquina había un grupo de hombres mayores tocando todo tipo de instrumentos raros, me parecía tan loco todo porque me sentía cómo Rose en la fiesta de clase baja en el Titanic.

—¡Fondo, fondo, fondo!— Gritó mi acompañante, abrí mi boca y ella dejó caer el licor en mi boca.

La gente bailaba, se reía a carcajadas, habían mesas en dónde hombres jugaban cartas, el bar no era el mejor de todos, pero era increíble el ambiente tan magnético y divertido que tenía.

—¿Quieres bailar?— Un chico se acercaba a mi con una sonrisa, mi acompañante me guiñó un ojo y se fue con otro chico a bailar.

—¡Vamos, guapo!— Exclamé tomando su mano y ir a la pista.

La lista || TerminadaWhere stories live. Discover now