Mamá tenía razón, con los años había estado en muchos torneos, pero este era uno importante, ya que un crítico estaría en el torneo, el crítico era embajador de los juegos olímpicos. De este torneo dependía si estaría en ellos o no.

— Tu madre tiene razón.— Acotó papá.— Luis está más nervioso que tú, le mostrado los vídeos de tus entrenamientos y casi llora.— Sonreí con ternura al escuchar eso.

— Ay, dile que es un amor.— Respondí a mi padre con una sonrisa.

—¿Estás sola?— Inquirió mamá asomando su cara en la cámara, rodé los ojos.

Mi mamá perfectamente podía recrear la escena de Edna Moda en Los increíbles. Pues las fosas nasales de su nariz se dejan ver y tenía el mismo tono de voz quisquilloso.

— Rebeca está durmiendo, yo estoy con cierto problema de insomnio.— Expliqué dejando mi taza de café vacía a un lado.

— Son los nervios, pero tú tranquila, todo saldrá bien.— Mencionó papá, alejando a mi mamá de la cámara.

«Parecen niños» Pensé con diversión.

— Dios te oiga, papá.— Respondí en un suspiro.

— Con tu papá estábamos comentando que queremos ir a visitarte.— Mamá sonreía cómo el gato de Alicia en el país de las maravillas.

—¿De verdad? Eso sería genial.— Oculté la sospecha en mi voz, ya que sabía dónde iba el tema.

— Si, pero está vez en tu penthouse, no en la frontera de Francia con Suiza.— Replicó mamá cómo si estuviera hablando del clima, bufé.

— Ay, mamá, fuiste tú la que decidió celebrar sus años de casados en yate.— Reproché recargando mi mejilla en mi puño.

— Lo que me dolió el bolsillo.— Murmuró papá haciendo una mueca, reí.

—¿Y mis años a tu lado qué?— Regañó mamá alzando una ceja.— Me merecía ese viaje por aguantarte.— Agregó arreglando sus lentes.

— Cuánto amor.— Ironicé con sátira, mamá enchinó los ojos.— Además, si les doy mi dirección son capaz de dársela a la innombrable, suficiente tengo con ese tema.— Agregué parando las intenciones de mi madre, ella bufó.

— Tu no dejas que tenga nuera de verás.— Reprochó negando con su cabeza.

— No gracias, paso.— Respondí con simpleza.

—¿Cuando nos mostrarás a una nuera?— Inquirió papá alzando una ceja.

—¿Nunca?— Dudé soltando una risita.

— Daniela, quiero nietos.— Habló mamá con tono de voz serio.

— Los dedos no embarazan, mamá.— Recordé rodando los ojos, mamá resopló.

— Pues dile al espíritu santo o algo, yo quiero nietos.— Amenazó con su dedo índice, le pedí ayuda a papá y el solo veía a mamá con el ceño fruncido.

— Déjala en paz, mujer. Apenas y disfruta su vida.— Salió papá a mi defensa.

— Tu ni hables, que se te rompió el condón.— Abrí mi boca sorprendida.

—¡¿Fui un accidente?!— Exclamé.—¡Dijiste que fui planeada!— Reclamé a mi progenitora.

— Ay, hija, esas cosas no se planean pasan.— Replicó haciendo un ademán desinteresado.

— Se rompió y pasó.— Acotó papá encogiéndose de hombros.

—¡Asco! Mejor me voy ya.— Mencioné al tener esa imágen mental ahora.

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