Capítulo 3.

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Al día siguiente estaba un poco más calmado. Había conectado el teléfono del apartamento sólo para emergencias, no quería arriesgar que a Michael le diera una sobredosis y yo no me hubiera enterado.

Tomé mi taza de café como de costumbre, saludé a la enamorada Dori y fui directamente hacia la librería.

«Dios, debería contratar algún empleado» pensé, ya estaba comenzando a fastidiarme toda esta rutina, y para colmo tenía que ordenar la nueva mercancía.

Nadie me dijo nada de esto.

Coloqué música y me dispuse a limpiar los estantes, para luego colocar los nuevos libros según la categoría. La campana me alertó de la llegada de un nuevo cliente y me levanté para observar quién era.

Me encontré con un pequeño chico. Podría calcularle unos dieciséis o diecisiete años. Vestía una camisa de cuadros verde y unos pantalones ajustados acompañados de unos converse. Su cabello era corto y sus manos estaban casi llenas de tatuajes.

Sus ojos avellana se pasearon por todo el lugar, hasta detenerse en mí. Caminé hacia él para sentarme en el mostrador y asegurarme de que no robara nada.

El chico me miró por largo rato, tal vez pensando si era correcto ingresar completamente al lugar.

—Adelante —le dije tratando de mostrarle un poco de confianza, aunque cruzaba los dedos para que no me robara.

No sé si fue mi imaginación, pero el chico se sonrojó. Asintió y se perdió en los estantes de Ficción.

Esperé un rato, un buen rato. No tenía cámaras de seguridad y eso me ponía nervioso. Apareció y traía consigo un libro, «La historia del loco», bueno, por lo menos compraría algo.

Me pasó el libro algo tímido,  y lo guardé en una bolsa junto con su cambio.

No sé cómo paso, o porqué paso, pero mi mirada se había quedado estancada con esos ojos.

—Tienes unos ojos muy lindos —dijo el chico. Me sorprendí con el cambio de roles, ahora el tímido era yo.

—Gracias, me lo dicen a menudo. —Mentira, pero no iba a permitir que ese niño me intimidara con palabras bonitas. Rió por lo bajo, aceptó la bolsa y salió de la tienda.

Eso sí que había sido raro. Comencé a preguntarme de donde había salido todo eso. Yo no era alguien enamoradizo, había aprendido que el que me quiera tiene que ganarme, no bastaban palabras bonitas ni gestos para ganarse la confianza y el pequeño corazón de Gerard.

Y sólo conocía a dos personas que lo habían logrado. Una de ellas era Lindsey, estudiaba en la misma universidad que yo, fui su primera vez. Todo el «amor» que sentía por ella era indescriptible y luego todo se fue a la mierda.

Siempre digo que fue su culpa por no tolerar mi personalidad, pero ella a menudo me llamaba egoísta, egocéntrico, y cosas estúpidas como esa. Nuestra relación había pasado de rosas y mariposas a gritos y golpes.

Después no volví a enamorarme. Y tampoco quería enamorarme. Más bien esperaba con todo mí ser que nunca llegara nadie con la que «no pudiera vivir».

Me sentí observado el resto del día, fue tan incómodo que tuve que cerrar antes de tiempo otra vez. Cuando salí, vi al chico sentado en la otra calle, con la bolsa en sus piernas.

Y esos ojos avellanas observando cada uno de mis movimientos hasta que entré al auto.

...

—Hola, Gerard, soy yo. Sé que ha pasado un tiempo pero, te extraño y... quiero verte.

Holding on to you | FRERARDWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu