Capítulo 4▫️

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Esa misma noche, Hermione estaba sentada en su casa, sola, con el libro bien agarrado en la mano y las piernas recogidas. Crookshanks, su única compañía real de los últimos tiempos, ronroneaba en su sueño a su lado cuando una lechuza golpeó la ventana con urgencia. Ella dio un salto tan grande que el libro que estaba leyendo cayó al suelo con un golpe resonante y Crookshanks siseó, subió por la espalda de ella, cada paso puntuado con un beso de sus garras en su carne suave y flexible, mientras se elevaba desde su hombro y corría a esconderse.

Suspirando con altivez, recogió el libro y lo cerró con un golpe seco. El libro de cuero negro tenía las palabras "El efecto placebo" estampadas en oro en el frente. Hermione se había aficionado al libro cuando lo había encontrado al tratar de encontrar algo -cualquier cosa- que ayudara a Severus.

Toda la premisa del libro se basaba en el hecho de que el cuerpo humano tenía la capacidad de, en esencia, curarse a sí mismo si la persona que necesitaba la curación se dejaba llevar por la idea de que se le estaba ayudando de forma o manera de medicación o intervención médica. Y pensó que, si el cuerpo humano medio podía curarse a sí mismo de forma notable, seguramente una entidad mágica podría curarse a sí misma diez veces más, y quería poner a prueba esta teoría algún día si tenía la oportunidad.

Dio tres grandes pasos antes de abrir la ventana, el aire fresco de la noche llenó sus pulmones y la golpeó en la cara, el invierno estaba en camino, la época perfecta, en su opinión. La época de acurrucarse bajo las mantas con un buen libro y una taza de té caliente para calentar el alma.

La lechuza negra, grande y discreta, se abalanzó sobre ella y dejó caer la carta sin contemplaciones a sus pies antes de darse la vuelta y salir volando. Hermione generalmente era reservada y no esperaba una carta, cualquiera que la conociera sabía que su Floo siempre estaba abierto o sabía dónde vivía en caso de necesitarla. Por eso, recibir una carta la tenía un poco en vilo.

Agarrando suavemente el sobre blanco y liso entre sus largos y pálidos dedos lo abrió con urgencia, arrojando el sobre al suelo sin que se produjera un segundo que desdoblara la carta y comenzara a leerla.

Fue como si el tiempo se hubiera detenido, el color se agotó en su rostro, la boca se secó y las piernas se volvieron gelatina antes de que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. Lo sabía. Sabía que tenía razón y se alegraba de haber insistido en que los cuidados de Severus continuaran aunque se pensara que no tenían remedio.

Tenía que ir a verlo, ahora. Pero, ¿y si él la veía y la mandaba a paseo? ¿Y si todavía tenía todo el odio hacia ella en su corazón? ¿Y si sabía que era ella quien le contaba todos sus más profundos y oscuros secretos y deseos? Palideció y respiró profundamente, tal vez no era la mejor idea después de todo.

Arrojando su melena castaña por encima del hombro, buscó algo de ropa decente antes de ir directamente a la sala en la que Severus estaba internado en San Mungo. Salió y se aseó. La sala estaba tranquila, ya que al ser de noche, supuso que la mayoría de los visitantes se habían ido a casa a pasar la noche. La verdad es que había un silencio espeluznante, pensó al pasar por el puesto de las enfermeras, que por lo general era un hervidero de actividad, ahora era un espacio casi estéril y desolado, no había ni una sola persona sentada allí.

Siguió la ruta habitual hacia su habitación, podría haberlo hecho con los ojos cerrados si hubiera tenido que hacerlo, después de todo, había recorrido este camino muchas veces.

La detuvieron en la puerta, reconoció a un sanador que había visto una vez y a una enfermera que le resultaba demasiado familiar.

La enfermera mayor de pelo negro se acercó a ella a toda prisa y Hermione no sabía si reír, sonreír o tambalearse al ver su cara.

𝑬𝒍 𝒆𝒇𝒆𝒄𝒕𝒐 𝒑𝒍𝒂𝒄𝒆𝒃𝒐 || 𝑺𝒆𝒗𝒎𝒊𝒐𝒏𝒆Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin