ultimas opciones

520 63 25
                                    

Katie McCain 

*Horas antes*


Los nervios aumentaban con las horas, Deivid iba y venía con noticias, falsas o verdaderas, solo quedaba creerle.

Uno de los doctores apareció, su semblante decaído, abrazo a Deivid como si fuera su sentido pésame y luego me abrazo a mí, no lo conocía, ni por lo más mínimo.

—Lo siento—Susurró el señor en mi oído.

Mis ojos se llenaron de lágrimas ante su comentario y negué alejándome de aquel señor.

Empecé a retroceder, el aire me faltaba, todo empezó a verse borroso.

—No, no —Dije con el hilo delgado de voz—. Dígame que es una mentira, no es cierto.

—Hicimos lo posible por ella, la señora ha quedado en un coma, estaba muy dañada por el cáncer, pudimos deshacernos de este, pero no fue a tiempo, ella está en coma, lo lamento.

Senti que mis piernas no daban, como todo se me venía abajo, mi madre, la única columna que mantenía mi vida en pie, se ha ido.

Grite con todo el aire que mis pulmones me dieron, unos brazos me rodearon y forcejee con ellos.

—Pulga cálmate, escúchame, solo cálmate —Murmuraba Malcom como si es fuera mucho que decir.

— ¿Cálmate? Tu madre no fue quien entró en coma —Conteste con ira zafándome de él.

Estaba muy alterada, bueno eso escuche decir a los médicos, me sedaron contra mis nervios.

—Ella mejorara —se escuchó a la distancia.

Estaba otra vez en una de las camillas de este hospital, creo que había pasado unas horas ya, salí de la camilla y fue sorprendente que no hubiera nadie aquí, camine por los pasillos sin rumbo fijo, buscaba a mi madre.

Camine varios pisos pero me rendí.

Era ese punto de tu vida donde miras atrás y ves que todo lo que tenías ahora ya está hecho cenizas, ese momento en el que quieres gritar pero no tienes voz, ese cuando quieres llorar pero las lágrimas no salen, es no sentir nada.

Así me sentía.

Nada, no sentía nada.

Al ritmo de mis vagos pasos llegué a la azotea, sentía la brisa plena en mi rosto, era relajante y por primera vez lo hice.

Saque ese rosario que mis abuelos me habían dado y me puse de rodillas.

—No, no vengo a hablar contigo, pues tu bien sabes que no creo en ti, pero si vengo a confesarte mi maldito odio, te odio —Murmuré entre lágrimas.

Por un momento tuve una avalancha de esos malos recuerdos y mire al cielo, las lágrimas invadía mis ojos y derramaban tan rapido como la brisa fuerte que me daba en el rostro.

—Odio todo lo que me has hecho pasar maldito infeliz —apreté mi mandíbula —.YO SÉ QUE NO CONFIE EN TI, SIEMPRE ME DIJERON LO MUCHO QUE SABES AMAR Y QUERER ¿POR QUÉ A MI NO? ¡EH! DIME ¿TE HICE ALGO? YO SOLO QUERIA SER FELIZ, QUERIA UNA BUENA NIÑEZ.

Mis manos temblaban, sentía que podría desmayarme pronto.

—MALDITO DIOS QUE TODO LO PUEDE, LLEVAME, NO QUIERO SUFIR MÁS, YO NO PUEDO MÁS ¡BUEN SEÑOR! —Dije sarcásticamente—.LLEVAME., POR FAVOR —Suplique entre sollozos —.JURO QUE NO PUEDO SOPRTAR MÁS DE ESTA MIERDA.

A mi mente llegaron como balas los recuerdo, mi padre, golpes, Nath, cigarros, problemas.

—PERDÓN, YO NO QUERIA SER UNA PECADORA, SE QUE TAL VEZ ESTE ES MI CASTIGO, PERO ¡PARA! ¡YA NO PUEDO!

El Amor En Un ConoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora