Prólogo

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400, 500, 800... Si había efectivo suficiente en su billetera para pagar el taxi. Por suerte faltaban pocos minutos y por fin podría bajarse del caluroso taxi, no había estado tanto tiempo allí, pero al parecer el conductor era un loco que le gustaba poner calefacción en plenos días de verano, para importunar a las pobres almas necesitadas de transporte.

Si le preguntaran cómo iba su día, él respondería que estaba siendo un día fuera de la rutina. Inicio como uno normal, despertando en su acolchada y suave cama, con el relajante sol llegando directamente a sus piernas, sin embargo la irritante alarma que martillaba su cabeza a las 8:00 am no era habitual un día sábado, se había quedado más tiempo del que debería en la cama tratando de adivinar qué tenía ese día de especial para tener que levantarse tan temprano y como si de una bomba se tratara, HyoRi inundo su mente. En ese momento saltó de su cama con el corazón desbocado de emoción y anhelo, puede que fuera un poco apresurado decir que amaba a ese omega de rasgos suaves y personalidad tranquila, pero con las parejas predestinadas nada era muy apresurado, todo era demasiado lento, o al menos eso decían. Se alistó lo más rápido posible, el ansia por ver a su omega era grande y ya se había quedado en ese estado de letargo más de media hora, por suerte alcanzó a tomar su tren sin mayores dificultades, excepto que no había desayunado y casi se le queda la maleta.

Detalles ⎯pensó al oír rugir su estomago.

Había conocido a su predestinado a principios del verano, en uno de esos extraños y cambiantes días donde se tenía que llevar un suéter a mano, porque el calor todavía no supera al frío, pero a momentos entraba una briza fría que calaba hasta los huesos. Había caminado por las calles de Busan sin un rumbo fijo después de hacer las compras del mes y organizar todo en su refrigerador, por eso al ver su cafetería favorita a orillas del mar no dudo en entrar y pedir su té helado favorito. Desde la mañana se había sentido extraño, expectante, como si estuviera esperando algo todo el tiempo, por eso tomar un relajante té helado no parecía una mala idea, que aunque lo intentara miles de veces en su casa, nunca quedaba igual. No pasó nada fuera de lo común mientras hacía su pedido, pero al momento de tomar su primer sorbo, el sonido de la campanilla y su lobo, lo hicieron mirar a la puerta, por ella cruzo Kim HyoRi y sus ojos se cruzaron en un momento mágico, mientras el lobo en su interior rugía de la emoción y el gozo. 

El tiempo no pasó de la misma manera desde ese momento, los segundos se enlentecían, pero las horas avanzaban a una velocidad alarmante. El olor a frutillas y crema batida era un somnífero para sus emociones angustiantes y un potenciador de la felicidad, cada vez que estaba a su lado parecía que se encontraba en un limbo de paz y tranquilidad, a veces pensaba que su presencia eran el farol para encontrar su lugar seguro, sin embargo apenas desaparecía de su vista sentía como los problemas empezaban a inundar su mente y alma, que se ahogaba en ese mar de aguas turbulentas y ruidosas, que no le dejaban pensar con claridad, ni siquiera lo dejaban salir a la superficie y tomar un poco de aire.

El mes a partir del día en que se encontraron fue solo risas y conexión inmediata, a la semana de su encuentro las dos familias se presentaron entre ellas y la química fue chispeante. Podría decirse que se demoraron más de lo normal ya que tradicionalmente el mismo día que la pareja predestinada se conocía las dos familias se reunían, ya que se suponía, los predestinados se complementaban y enlazaban perfectamente, entonces, se pensaba, ¿para que esperar? Podría decirse que Junio fue casi mágico, todo calzaba a la perfección, desde el tamaño de sus manos, el cómodo ambiente que se creaba estando los dos juntos, hasta el esperado aumento de conexión entre sus lobos, tanto entre ellos como con sus dueños. En algún momento de su niñez se preguntó cómo podría reconocer a su predestinado, así que interrogó a sus padres sobre ello.

⎯ Mi JungKookie, uno de los elementos fundamentales es el olor, es algo que solo sabrás cuando lo huelas y brillara en tu mente como fuegos artificiales ⎯ respondió su madre con cariño.

⎯ Pero, ¿y si no lo reconozco? ⎯ volvió a preguntar angustiado de perder a la que se suponía seria su alma gemela. Su mamá río de su inocencia y le aseguro que lo sabría cuando el momento llegara. Sin embargo, dijo, su lobo seria componente decisivo, antes de conocer a su media naranja, su lobo solo sería una entidad dentro de su cuerpo, la cual podría estar de acuerdo con él o no, pero con la llegada de su destinado, su lobo se fundiría a su alma y serian dos mentes en un cuerpo viviendo en completa armonía.

La llegada de HyoRi a su vida trajo mucha felicidad, sin embargo el alfa podría decir que el día que se conocieron las dos familias fue un día agridulce, por un lado todos se llevaron de maravillas entre ellos y no hubo ningún conflicto, pero por el otro, empezaron a florecer los temas tan temidos para él: los hijos y el matrimonio.

⎯ Sus cachorros saldrán hermosos, que mejores genes que los de una pareja de predestinados ⎯ había dicho la madre de su omega.

⎯ Toda la razón ⎯ le secundo su propio padre.

⎯ Pero primero tienen que casarse, ¿no creen? ⎯ comentó su madre. Y así fue como partió una larga conversación de cómo sería la boda de sus hijos, mientras su omega respondía contento y emocionados, él solo quería que pararan de conversar, apenas había podido terminar su cuarto semestre en la universidad y ellos ya hablaban de cachorros.

Por suerte su llegada a Seúl no tuvo ningún contratiempo y ya a la mitad del día había terminado de acomodar sus maletas, le pareció un poco apresurado que sus padres sugirieran, casi demandaran que se fueran a vivir juntos apenas conocieran un poco más el uno del otro, lo cual al criterio de sus padres fue tres semanas más tarde, en dos días tenían todo listo para mudarse y poder vivir juntos, lo cual emocionó a la pareja, pero le dejo un gusto amargo en la boca a JungKook.

Le resultaba curioso lo relajante que fue para el desempacar su maleta, en el momento que piso el departamento sintió un peso abandonar su pecho, y aunque no le dio más vueltas en ese momento, tal vez debería haberlo hecho, tal vez debería haberle hecho caso a ese presentimiento que surgió en él y no nació de su lobo.



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