Mal entendido

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Pepa caminaba de aquí y allá

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Pepa caminaba de aquí y allá. Sus manos le sudaban y temblaban debido al nerviosismo. Inhaló y exhaló con calma, tratando de mantener el control de las cosas. Un minuto más de alteración y terminaría invocando una horrible tormenta en todo el pueblo.

Y para ese día no era una opción. En lo más mínimo.

—Pepa. —llamó su hermana, entrando a la habitación luego de tocar a la puerta. La susodicha paró en seco, volteando a observarla—. ¡Te ves preciosa! No puedo creer... ¿Te sientes bien?

—Sí, sí. Estoy bien. ¿Acaso no me veo bien? ¿¡Tengo una nube encima!? —cuestionó alarmada, dejando ver las partículas grises empezar a formarse sobre ella.

Julieta se acercó de inmediato, extendiéndole la mano.

—Pepa, respira con calma. Todo está bien. Inhala, exhala. Inhala, exhala. —la pelirroja con el vestido de novia imitó las acciones de su hermana. La nube desapareció tan rápido como había llegado—. ¿Lo ves? Lo tienes todo bajo control. Todo saldrá de maravilla.

—Sin preocupación, sin nubes. Lo tengo.

Pepa deslizó la mirada hacia el espejo de cuerpo entero, recargado por uno de los muebles. Admiró su vestido blanco, el peinado y precisamente el hecho de no encontrar ninguna extraña nube sobre su cabeza. Entonces, se atrevió a sonreír.

El cielo estaba despejado, el viento fresco, las decoraciones en la Capilla del pueblo ya estaba todo en su respectivo lugar, los invitados llegando. Sólo faltaba unos cuántos minutos para iniciar con la ceremonia de su boda.

—¿Estás segura que el vestido no se ve extraño en la parte de atrás?

—Todo se ve bien, ya te lo he dicho unas ocho veces. —Julieta rió.

Un golpeteo en la puerta volvió hacerse presente luego de un largo rato.

—Ey, ¿cómo van las cosas por acá? —susurró Bruno, atisbando por la puerta una vez Julieta le indicó entrar.

—Todo en orden.

—Eso es genial, porque ya va siendo hora. —informó. Pepa tomó aire, aún con el intento de mantenerse serena—. Wow, te ves muy hermosa, Pepa. Se nota cuando te bañas.

Julieta soltó una risilla ante el comentario de Bruno. En cambio la pelirroja, rodó los ojos sin gracia alguna.

—Ya debo irme. Los veo en un rato. —se despidió Julieta, abandonando el lugar.

Los dedos de la joven mujer se entrelazaban entre sí, Bruno lo notó. Además de las pequeñas gotas de sudor sobre su frente, como si fuesen ligeras gotas de lluvia.

Su hermana estaba nerviosa, claramente. Y si seguía de ese modo afectaría el clima en todo el pueblo.

—Todo saldrá bien. Todo saldrá bien. —masculló Pepa.

El Innombrable | Bruno Madrigal | ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora