Había pasado un largo tiempo, pero para los dioses era nada, su condición como dioses prácticamente los hacía inmortales por lo que incluso si fueran cientos o miles de años los que pasaran solo seria como un simple parpadeo para ellos.
En todo este tiempo la determinación que Hera tenía de crear a un hijo perfecto que pudiera destronar a Zeus jamás había sido alterada. En su lugar su determinación únicamente se fortalecía cuando escuchaba las alabanzas de los mortales hacia Athena.
Aun así, el proceso por el cual estaba pasando no podía ser apresurado, ya que las consecuencias podrían ser catastróficas tanto para ella como para su hijo. Por supuesto esto hubiera sido un tanto más fácil si no intentara tener a su hijo por si sola, pero se negaba a pedir la ayuda de Zeus.
Hera quería tener un hijo que solamente le perteneciera a ella y a nadie más. Fue por esta exacta decisión que el ya difícil proceso de creación había pasado a ser extremadamente difícil y muchas veces más cansador de lo que originalmente era.
Tanto su perseverancia y determinación eran dignas de admiración. A Hera simplemente no le importaba el cansancio y dolor, porque tenía un objetivo claro y nada más eso lo único que tenía importancia.
Al final de todo ella lo había logrado. La primera etapa había sido cumplida ella estaba embarazada, ahora solamente necesitaba nutrirlo, dotarlo de poder tal y como Gaea le había enseñado a hacerlo.
Ella quería un hijo poderoso, un hijo que en el futuro fuera capaz de superar a Zeus tanto en poder como en grandeza. Quería que su hijo se convirtiera en un dios al cual tanto los dioses como los mortales pudieran acudir en busca de su ayuda.
Hera quería que su hijo fuera un rey adecuado, uno justo y recto, un rey amado y adorado por sus súbditos mientras era temido y respetado por sus enemigos. Pero por sobre todo ella quería un hijo del cual siempre pudiera estar orgullosa sin importar que sucediera.
Con tales pensamientos Hera nutrió a su hijo no nacido, siempre teniendo en mente las enseñanzas de Gaea, ya que un solo segundo de distracción podrían arruinar por completo todo su esfuerzo.
...
El tiempo comenzó a pasar de nuevo. La etapa de embarazo había sido más difícil de sobrellevar que la etapa de la creación, los dolores se volvieron irregulares y en innumerables ocasiones su padecimiento la obligaba a permanecer recostada por días.
La única compañía que tuvo a su lado de forma constante fue a su querida hermana quien le proporcionaba el amor cálido de una familia. Por otro lado, una fuerte carcajada se escuchó en el Olimpo cuando Zeus se enteró de que trataba de engendrar a un hijo por sí misma.
Sumándose a eso las palabras burlescas y despectivas no faltaron de ningún modo. Tan solo pensar tal recuerdo relacionado con Zeus provoca una fuerte ira en Hera, la maldita sonrisa burlesca que tenía en su rostro nunca se detenía mientras hablaba.
Lo único que consolaba a Hera es que tarde o temprano ese maldito bastardo caería y cuando lo hiciera ella será quien tenga la sonrisa en su rostro.
De todos modos, esos pensamientos no importaban actualmente después de todo ahora se encontraba en la última etapa de su embarazo. Hera prácticamente intuía que el parto era inminente.
Así que en medio de la noche ella dejó su templo sin que nadie lo supiera. Si bien su hermana expreso su deseo de estar con ella durante el parto Hera sabia bien que no era algo que pudiera prometerle.
No podía permitirse que hubiera un testigo de lo que sucedería durante su parto. Incluso si ese testigo fuera su hermana más preciada, no podía arriesgarse a ser descubierta por nadie.
YOU ARE READING
A Different Story: Hephaestus.
FanfictionUn cambio en la historia por mínimo que parezca puede provocar que la línea trazada por el destino sea destruida por completo. Hefesto, el Dios Feo y Patético del Olimpo. El Dios Griego del Fuego y la Forja. Un Dios sumamente subestimado y un tanto...
