Parte 1

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Tema del Omegacember: "Nido".

Aquella mañana Horacio se había preparado para asistir al trabajo como cualquier día normal, sin embargo, no había podido irse aún debido a que continuaba esperando a cierto omega que aún no había bajado de su habitación.

Era extraño, normalmente Víktor terminaba incluso antes que él, así que conforme los minutos pasaban, su preocupación aumentaba cada vez más. Claro que había la posibilidad de que se hubiera ido más temprano sin avisar, pero sabía que no era propio de él hacer eso, así que la segunda opción de que algo le hubiera sucedido sin que se hubiera dado cuenta incrementaba en posibilidad.

Aunque pensaba que su alfa estaba siendo un paranoico de nuevo, exigiéndole subir las escaleras para asegurarse de que el omega estuviera bien, decidió hacerle caso. Al siguiente minuto tocaba la puerta, y al no recibir respuesta abrió para entrar a la habitación. Probablemente estaría vacía, y podría molestar un poco a Víktor durante el patrullaje por no avisar y dejarlo abandonado en casa.

Sin embargo, lo que recibió a cambio silenció todo tipo de pensamientos que surcaban su cabeza. Se sintió abrumado con el dulce aroma de frutos silvestres, y su vista se desenfocó por un momento antes de darse cuenta de lo que ocurría dentro.

Víktor daba vueltas alrededor de su cama, moviendo una y otra vez las prendas, sábanas y almohadas que había sobre ella, sin estar completamente a gusto con el resultado.

Debido a la sorpresa, tardó en asimilar lo que aquello implicaba, pero apenas lo hizo no dudó en comenzar a cerrar la puerta. Sabía que la formación de un nido era algo completamente íntimo para los omegas, y no quería interferir en un espacio en el que no era bienvenido.

A pesar de su cuidado, ahora Víktor pudo escuchar las bisagras de la puerta al moverse, encontrándose con un Horacio huyendo de su habitación.

—Priviet. —Saludó, y debido a su tono casual, Horacio detuvo su huida, a pesar de que sentía cierta confusión por no ser ahuyentado del lugar.

—Eh... Buenos días, Víktor.

—Estaba por bajar... —Comentó tomando su portafolio del escritorio, dispuesto a seguir al alfa—. Sólo terminaba de acomodar la habitación antes de irnos.

Horacio levantó una de sus manos en un gesto para detenerlo.

—¿Estás seguro? Puedo pedirte una licencia para los próximos días. —Le aseguró, y Víktor no entendió el ligero estremecimiento ante el tono suave que usó el otro.

—¿Por qué pediría...? —Había notado lo asustado que lucía Horacio viendo un punto específico en su habitación, y al regresar la mirada hacia su cama pudo darse cuenta de la razón.

Después de la bruma que se había esparcido con la presencia del alfa, ahora podía notar que en realidad no estaba haciendo su cama como acostumbraba a hacer en las mañanas, sino que estaba haciendo un nido.

Pronto se dio la vuelta hacia el espejo a sus espaldas, el reflejo le devolvió su mirada grisácea combinada con el rosa que solía aparecer en su celo. Un rosa pálido, apenas perceptible, característico del inicio de aquel periodo.

No entendía. Aún no era tiempo de que sucediera.

Justo antes de regresar a Los Santos había pasado su último celo en Rusia, y después de dos meses, aún faltaba uno más para que sucediera el siguiente.

En todos sus años de vida, los periodos de celo habían sido completamente regulares, así que... Recordó. Recordó la época en la que su cuerpo también había experimentado ciertas irregularidades con la presencia de un joven alfa alumno.

Se omega se retorció de alegría en su interior, y Víktor sólo pudo sentir sus mejillas encenderse levemente, a lo que podría culpar a su celo.

Ahora podía entender el miedo en los ojos de Horacio, y su apremiante necesidad de huir de la habitación.

El nido era algo sumamente íntimo para los omegas. Un lugar seguro para poder refugiarse, el cual era común que fuera hecho durante los periodos de celo, pero la necesidad de construirlos podía surgir en momentos donde se sentían abrumados, tristes, queriendo estar en un lugar considerado su hogar; aunque también podrían hacerlo en momentos de alegría.

Y debido a que ese espacio significaba seguridad, ninguna persona era bienvenido en él, siendo las excepciones algunos miembros de la familia del omega quien lo construyera, como por ejemplo sus padres y hermanos omegas, sus hijos y sus parejas.

—Siendo este el caso... Solicito la expedición de mi licencia por celo para la semana en curso.

Contestó siendo incapaz de mirar al otro por la vergüenza de su descuido.

—10-4. —Aclaró su garganta—. Y no te preocupes, Víktor. Puedes quedarte en la casa y utilizar todo lo que hay aquí sin problema... Yo... Rentaré una habitación en el hotel que queda cerca para pasar los siguientes días. Si necesitas algo llámame y te lo traeré enseguida.

—No. —La negación escapó de sus labios sin darse cuenta.

Unos segundos pasaron, y por el rabillo del ojo pudo notar un pequeño asentimiento de Horacio.

—De acuerdo. Enviaré entonces a Alanna si llegas a necesitar algo, pero... no puedo aceptar un no a lo otro. Estarás mucho más seguro aquí que en cualquier otro lugar.

La ansiedad carcomía a Víktor, debatiéndose en lo que debería responder. Sin embargo, en su afán por evitar la mirada del otro, dirigió la suya hacia el nido formado en su cama. Fue entonces que se percató de la presencia de las flores secas que había atesorado a escondidas del mundo.

Y la bruma de miedo disminuyó un poco, entendiendo que necesitaría enfrentarse a ello.

—No... No es eso. —Logró mascullar justo antes de que Horacio cerrara la puerta, habiendo pensado que no recibiría respuesta—. En realidad, si no significara una molestia para ti, quisiera pedirte que... que no pases los siguientes días en otro lugar.

Soltó aquello, implicando una invitación entre líneas. Su omega le había brindado la valentía necesaria para vocalizar su necesidad. Ahora quedaría en las manos del alfa aceptarla o no.

.⋅ 𝐍𝐢𝐝𝐨 ⋅. - Volkacio (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora