Capítulo 3

737 52 1
                                    

Gwyn llegó al hospital directamente desde el aeropuerto. No había dormido desde que había recibido la noticia de Tommy sobre lo que le había ocurrido a TK en el hielo, y habían pasado ya dos días. Dos días buscando un vuelo, dos días casi enteros con el aeropuerto de Austin y los más cercanos cerrados. Dos días en los que había buscado la forma de llegar por carretera sin perder más tiempo del necesario.

Dos días después de que su hijo entrara en el hospital, Gwyn llegó, dejó la maleta en el coche que había alquilado en el aeropuerto y entró casi a la carrera.

"TK Strand," dijo casi sin aliento a la enfermera de la entrada. "Soy su madre."

Cuando se encontró con la mirada de aquella mujer que debía tener una edad parecida a la suya, se dio cuenta de que sentía pena por ella, lástima por el estado en el que se encontraba su hijo.

Le dio el número de la habitación. Le dijo que hacía un par de horas que lo habían sacado de la UCI y lo habían subido a planta.

"¿Está fuera de peligro?" preguntó a la enfermera esperando que esa mujer pudiera darle todas las respuestas que necesitaba.

"Lo siento, cariño, pero no lo sé. Sé que lo trajeron muy mal después de caer al hielo, pero los médicos han hecho un trabajo excepcional. Ahora se está recuperando del trasplante."

"¿Trasplante? ¿Qué trasplante? ¿Por qué nadie me ha dicho nada de un trasplante?"

"Oh, perdona, pensaba que venías porque al ser su madre seguramente eres un buen donante de hígado. Pero no te preocupes, ya está hecho, seguro que ahora todo va bien."

"¿Le han hecho el trasplante? ¿Mi exmarido, Owen Strand, el padre de TK, ha llegado?"

"Por lo que sé, no, el pobre chico ha estado solo hasta que llegó ese otro muchacho. Las compañeras de tu hijo han estado muy pendientes y luego ha llegado algún amigo más, pero ese muchacho, no recuerdo ahora su nombre porque entró como un relámpago, casi no pude verlo. Pero los compañeros me han dicho que... bueno, imagino que lo sabes... Ese chico quiere mucho a tu hijo."

"Carlos."

"¡Sí, eso, Carlos Reyes, es verdad! Ha sido una suerte que haya sido tan compatible con tu hijo."

"Sí, eso pensaba yo hasta no hace mucho," murmuró Gwyn por lo bajo y se encaminó hacia el ascensor.

Los habían puesto en la misma habitación y casi parecía una ironía del destino, pensó Gwyn mirando a TK y Carlos que dormían.

Su situación no era la misma, claramente. TK seguía conectado a las máquinas, con ese maldito tubo en la boca. Su piel seguía pálida, casi transparente, y su pecho se movía lentamente.

El médico, antes de entrar, le había dicho que le quitarían los tubos esa tarde si el cuerpo reaccionaba bien al trasplante que habían hecho de urgencia por la noche. Carlos, por otro lado, simplemente dormía, su operación había salido bien, le habían extraído la parte de hígado suficiente para salvar a TK y estaría bien en unos días con un poco de descanso.

Se encaminó a la cama de su hijo, le acarició la mejilla y se sentó junto a él. Le cogió la mano y la besó. Tan fría como si hubiera llegado a salir del hielo. El silencio a su alrededor la ponía nerviosa, deseaba decirle tantas cosas a su hijo, pedirle perdón por no haber llegado antes, decirle que había pensado en quedarse a vivir con él un tiempo, que Enzo estaba mirando un apartamento para venir con su hermanito en unos días.

Sin embargo, no dijo nada y tuvo que esforzarse para contener las lágrimas y se quedó así, contemplando cada respiración de TK, por miedo a que si se daba la vuelta, si dejaba de mirarle, algo terrible pudiera ocurrirle a su hijo.

Lo nuestro es únicoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt