— Vistiendo un pijama rosa con dibujos de conejos, ¿verdad? — había un toque de broma en su voz, con una seña el chico volvió a llenar su bebida.

— No.— negué imitando su tono.— Mi pijama es color salmón.

— No te culpo.— otro trago, más largo que los anteriores.— El mío tiene pingüinos.

Solté una risa sonora ante ello, y al instante me sentí apenada. Miré detrás de mí, por alguna razón buscando a Seulgi, incluso a Jimin, a Nayeon, a cualquier persona que conociera a Sana. Todo el mundo estaba ocupado, porque todo se notaba tan planeado. Pero a la vez tan natural.

— ¿Por qué estamos hablando de pijamas? — cuestioné.

— Porque estoy esperando a que bebas eso y luego bailar contigo.— se encogió de hombros.

— Yo no bebo, Sana.

— Nayeon ya te ha hablado mierda de mí, eh.

— No.— arrugué la frente.— Según sus palabras, eres su mejor amiga, te adora.— Sana soltó un suspiro.

— Bueno, es mutuo.— terminó su bebida, ¿cómo tomaba tan rápido, sin una sola mueca? Probablemente con un solo sorbo yo ya estaría demasiado mareada.— Entonces, ¿cómo te llamas?

— Jihyo.

— Jihyo.— repitió.— ¿Por qué no bailas conmigo?

— Porque no sé bailar.— admití. De nuevo me sentía con vergüenza, Sana bebía, yo no, Sana bailaba, yo no, Sana escribía canciones, yo no. Absolutamente ninguna cosa nos unía, al menos que yo sepa.

— ¿No sabes o tienes vergüenza?

— Creo que las dos.

— Toma un sorbo.— con su barbilla señaló la copa.— Uno solo, pequeño incluso, te sentirás capaz de bailar.

Esa era mi oportunidad de escapar, de decirle que no, separarme, buscar a Nayeon e irme a casa. No más mujeres con poca ropa, no más hombres altos, ninguna bebida, ningún cigarrillo. Volver a la monótona vida de siempre, a la que estaba acostumbrada.

Pero no tomé esa oportunidad.

— Lo que quieres de mí, ¿es solamente bailar? — me atreví a preguntar.

— Lo que sea que quieras darme está bien.— Sana bajó de su asiento.— Y sí tampoco quieres darme nada, entonces me voy. Solamente busco hacerte compañía, vi a Nayeon con Momo y no creo que vuelva en un rato.

Cuando miré los ojos de Sana me di cuenta la clase de mujer que tenía frente a mí. Una mujer bella en la poca luz, con rasgos finos, delicados, como una muñeca de porcelana. Incluso su piel se veía así, como suave porcelana cubierta de sedoso terciopelo.

Hace tanto tiempo no estaba en una situación así, a punto de bailar con una mujer hermosa en una habitación oscura con tantas más mujeres hermosas. Pero Sana no tenía comparación a ellas, ni siquiera yo la tenía. No era real, si aceptaba su propuesta, sí bebía, cuando tomase su mano se esfumaría.

A lo largo de la noche ella estuvo con más mujeres, otras que bailaban, que bebían, que no tenían un pijama salmón con conejos. ¿Qué podía ofrecerle yo? Un pisotón, una disculpa y una reverencia de despedida. Quedándose en su memoria la imagen de una torpe chica que no pertenecía a ese mundo y con la cual perdió su tiempo.

— Bien.— afirmé.

Miré dudosa la copa, pero sin ningún arrepentimiento de hacerlo, más bien era miedo, el alcohol no participaba en mi vida, tal vez era poco, pero no podía confiarme en ello.

If you want love  Ꞝ  SahyoWhere stories live. Discover now