—Al contrario —comento regresando mi atención a la conversación—, creo que le disgusto.

—O que le das susto. —Me sonríe a gusto por su rima—. Estoy cien por ciento segura de que le gustas pero no sabe lidiar con sus sentimientos.

—Quizás es mejor así. Después de todo ya pronto no nos veremos más, ¿no?

—Los hombres son unos idiotas.

—Ni me lo digáis. —Entre Luis Miguel y Diego he tenido suficiente de ellos por este año y más allá.

Una sombra yace sobre nosotras de pronto. Observo por encima de mi hombro como Aracely y Mafe se yerguen sobre nosotras.

—¿Y ustedes dos de qué hablan? —espeta la Aracely con su vocecita chillona y nasal que no puedo esperar a no tener que oír más.

Le hago un gesto a Valentina de que la voy a matar si delata mis preocupaciones pero no lo nota. Ya tiene su atención en sus amiguitas.

—De que los hombres son unos idiotas, nada más.

Me desinflo de alivio.

—Uff, sí. No sé ni pa' qué me gustan —concuerda la Mafe y pone los ojos en blanco.

—Bueno, es que hay unos que son muy lindos —añade la otra.

Como por arte de magia, las cuatro nos volteamos a la misma dirección donde están tanto Luis Miguel como Diego.

Mierda, es verdad. Todos los problemas que he tenido este año han sido por culpa de dos coños que pertenecen a un catálogo de moda. Diego es irreal, pero no es como que Luis Miguel es Beto el Feo en comparación.

¿Qué hubiera pasado si Diego no se hubiera mudado para acá, o hubiera entrado a otro colegio?

Pues... lo más probable es que nada. Según boca del mismo Luis Miguel, fue el verme para arriba y para abajo con Diego lo que lo hizo fijarse más en mí. No fue el saber que me gustaba, sino celos.

Valentina tiene razón, los hombres son unos idiotas. Pero yo también lo soy porque me gustan esos idiotas.

Hice tanto esfuerzo por años para esconder lo que sentía por Luis Miguel porque sabía que no iba a llegar a nada. Y luego fui y cometí el mismo error con otro. Si acaso Diego me está haciendo un favor con extraerse de mi vida. Pero lejos de agradecimiento tengo unas ganas enormes de meterme debajo de las sábanas de mi cama y no salir nunca más.

—Que se metan su lindura por el...

Tres pares de ojos se fijan en mí, dos con sorpresa ante mi comentario y uno con picardía.

—Osea, no me hagáis darte la razón —reclama Mafe frunciendo la cara como si le diera asco estar de acuerdo conmigo.

Valentina parece leerme la intención de mandarla a que ella también se meta algo por donde no da el sol. Interrumpe antes de que pueda tomar suficiente aliento para el insulto.

—A ver, en unos días presentamos la tesis y en una semana nos graduamos. ¿No podemos hacer las paces?

—Pero si ella fue la que te trató mal —demanda Aracely señalándome con su dedo índice.

Inhalo de golpe.

—¿Les dijiste?

—Bueno, sí. Pero eso fue cuando estaba arrecha con ustedes. —La catira tiene la gracia de ruborizarse un poco.

—Es decir, ¿hace como dos años?

Con razón me han odiado por tanto tiempo.

Aunque ya va, eso igual no justifica el hecho de que me escupieron muchos más insultos de los que yo proferí a espaldas de Valentina. Repito el pensamiento en voz alta y me cruzo de brazos, levantando el mentón en gesto desafiante.

—Estoy de acuerdo —admite Valentina para mayor impacto—, siempre me sentí mal por eso.

—Pero no nos dijiste —refuta Aracely.

—Tampoco es que tenía muchas ganas de defender a Bárbara, ¿no?

Bufo.

—Las dos somos unas tremendas C. D. M.

—Por eso somos amigas. —Me pone una sonrisa Colgate de esas que hacen suspirar al género masculino heterosexual.

—¿Amigas? —Explota la Mafe sin poder contener la impresión.

—Pues sí. —Valentina encoge los hombros.

—¿Y nosotras, qué?

—También son mis amigas.

Por las caras de estupefacción cualquiera pensaría que el concepto es imposible.

—Aclaro algo, eso no quiere decir que ahora tengamos que ser amigas también —añado tanto para bajarles el pulso, como para que Valentina no se haga ideas locas.

Por el arco que forma su boca he dado en el clavo.

—Por mí bien —responde la una.

—Por mí también —la otra.

Valentina nos regala una expresión a todas que claramente dice lo que piensa de nosotras. Que somos unas necias.

Decido hacer un mínimo intento de no ser tan mierdita.

—¿Al menos acordamos dejar todo atrás?

Las dos susodichas intercambian una mirada.

Valentina entrecierra sus ojos en amenaza.

Una de ellas pone los suyos en blanco.

—Está bien, pues.

La catira suelta un chillido que sólo puede ser escuchado por murciélagos. Se abalanza encima de mí y me da un abrazo demasiado apretado. Se levanta como si sus piernas tuvieran resortes y ciñe un brazo alrededor del cuello de la Mafe y el otro de la Aracely.

Sacudo la cabeza con cansancio.

—Mija, ni que te hubieras ganado el Miss Venezuela.

—No —dice mirándome sobre su hombro—, esto es mucho mejor.

Al rato mientras sigo pintando el póster, admito para mis adentros de que me siento como si hubiera descargado un gran peso de encima de mí.

No todo es perfecto y aún tengo que sobrevivir la presentación de la tesis, pero ahora sí siento como que me puedo despedir de este colegio sin resentimientos.

No todo es perfecto y aún tengo que sobrevivir la presentación de la tesis, pero ahora sí siento como que me puedo despedir de este colegio sin resentimientos

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NOTA DE LA AUTORA:

Aww, se arreglaron 🥲

Aww, Bárbara ya no odia el colegio... justo cuando termina todo 🤧

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now