A mí me tocó traer los ojos y sesos para esta mesa, pero a otros les tocaron un corazón y sí, un sapo. Ese va a ser interesante por lo pequeñito.

Mientras organizo el área de trabajo, me doy cuenta de que hay una estatua inmóvil atravesada en el camino. Resulta ser nada más y nada menos que la lija anteriormente descrita.

—¿Y a ti qué te picó? —pregunto tal como lo hizo él hace unos minutos.

—Uhh... —Diego pestañea, sus ojos clavados en el ojo de vaca en mi mano.

—Bárbara, ponlo aquí —dice alguien detrás de mí.

Me doy la vuelta y dejo el ojo en la tabla de cortar que puso Yakson sobre la mesa. Él agarra el escalpelo que yo busqué y, con cara de asco, se dispone a disecar el órgano.

Excepto que comete un pequeño error. Es quizás por el mismo asco que no agarra el ojo con una mano para cortar con la otra.

—Ya va... —Mi intento de advertirle llega demasiado tarde.

Yakson intenta insertar el escalpelo en la superficie ultra lisa y redonda del ojo. En un abrir y cerrar de ojos, y me disculpo por el juego de palabras, el ojo sale disparado como un proyectil.

Y se estrella contra el pecho de Diego.

Y después cae en el suelo con un ruidito acuoso.

Diego baja la mirada a la mancha húmeda en su camisa beige. Y se desmaya.

Yo estoy más cerca que los demás y reacciono con una rapidez impensable. Aprieto los brazos alrededor de su cuerpo y todo el peso viene hacia mí. El sonido del aire escapando mis pulmones queda ahogado entre el alboroto de todo el mundo. Mi nariz está aplastada contra la clavícula de Diego y mis lentes se clavan contra mi pómulo. Las piernas me tiemblan pero no permitiré que caigamos de rollete. Si Diego se lesiona por mi culpa me mataría.

De pronto el peso se aligera y puedo liberar mi cara de la presión. Del otro lado Luis Miguel pasa un brazo de Diego alrededor de sus hombros.

—Marico, ayúdame —gruñe hacia Yakson.

El culpable me releva del otro lado y entre los dos arrastran a Diego fuera de la escena del crimen.

Recojo el ojo estrellado y lo pongo de nuevo sobre la tabla. La emoción de ver cómo se ve por dentro se me ha esfumado con todo este episodio.

—Profesor. —Levanto la mano—. ¿Puedo ir con ellos?

—Sí, sí. Asegúrate de que el chamo recupere los sentidos.

Me quito los guantes y los lanzo a la papelera antes de salir del salón. Todavía afuera se oyen las murmuraciones de los compañeros. No distingo las palabras pero el shock es obvio.

Fuera del salón, Yakson y Luis Miguel sentaron al desmayado en el suelo con la espalda contra una pared. La cabeza de Diego guinda hacia un lado y sus ojos continúan cerrados.

—¿Sigue vivo? —susurra Yakson.

—No creo que se haya muerto por eso —comenta Luis Miguel, cruzando los brazos.

—¿Uno de ustedes puede ir a la casa de las monjas a buscar agua con azúcar?

Los dos se sorprenden ante mi llegada, pero enseguida Yakson levanta la mano y se ofrece para la búsqueda. La alegría ante saltarse la clase es obvia, pero ni Luis Miguel ni yo decimos pío al respecto.

—Yo sé que ésta es tu materia favorita así que yo me encargo —propone Luis Miguel.

Es cierto. El único que no sabía el hecho de que soy loca obsesionada con la biología es el desmayado. Por algo quiero entrar a medicina.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now