Yo también hubiera querido ser novia de Luis Miguel, pero ya ese castillo de cartas se desmoronó. Tengo que superarlo, y parte de eso es aceptar que Luis Miguel y Valentina se empaten.

Agarro una bocanada de aire hasta lo más profundo de mis pulmones, y me levanto de mi silla. Cualquiera creería que estoy a punto de embarcarme en una cruzada tipo el Señor de los Anillos, y no que voy a atravesar el patio de la casa de mi abuela sorteando entre mesas llenas de comida, sillas regadas por doquier, entre bailarines, chamitos correteando, y señoras que aún creen que estoy en edad de que me aprieten los cachetes, para conseguir a alguien a la cual le debo mis disculpas.

Finalmente logro el cometido y me planto frente a Valentina. Mi corazón late al mismo ritmo acelerado con el que trabajan mis pulmones.

—¿Podemos hablar?

Ella pestañea como cuestionando si lo que ven sus ojos es real.

—¿De qué?

Su mamá se voltea hacia nosotras captando el olor a brollo.

—Este... vamos a buscar a Dayana primero.

Por primera vez Valentina no me hace la vida más difícil y me sigue. Quizás tampoco quiere que su mamá se entere del asunto.

Conseguimos a Daya toda sudada de tanto subir y bajar la silla. Le hago un gesto con la cabeza para que nos siga. En cuestión de minutos estamos las tres en el garaje al lado de las cavas llenas de bebidas frías. Agarro una Frescolita y se la paso a Valentina, una Uvita para Dayana y una Manzanita para mí.

—¿Todavía te acordáis? —pregunta Valentina mientras agarra su lata de refresco como si fuera sagrada.

—A ver, no es la gran verga.

Dayana escoge el silencio pero sus ojos claramente indican que piensa que somos dos idiotas.

—Bueno, gracias de todas formas...

El silencio le dura muy poco a mi prima.

—¡Ay, ya está bueno! Vos —dice y se vuelve hacia Valentina—, sí es cierto que la cagamos. Pero, ¿por qué no nos dijiste nada? Y vos, pedazo 'e terca. Termina de abrir la boca.

Aprieto la boca por un instante. Pero Dayana tiene razón. Entre más posponga esto, más difícil se hace.

—Esta bien. —Cruzo los brazos y continúo—: Valentina, te quiero pedir disculpas. Es verdad que hablé mal tuyo a tus espaldas y ni cuenta me había dado de que por eso es que me odiabais. Pensé que te habiais vuelto una odiosa como tus amiguitas.

—¿Qué clase de disculpa es esa? —Dayana mueve la cabeza en señal de pena ajena.

—Ay, sí. Porque vos te habéis disculpado mucho, cuidado no.

—¿Te volviste sorda? ¿No acabo de admitir que la cagamos, pues?

—No es lo mismo —digo y pongo los ojos en blanco.

Dayana vuelve a enfocarse en Valentina, quien ha permanecido en total silencio.

—Por si no estaba claro, yo también lamento haber sido tan coña 'e madre. ¿Me perdonáis?

Valentina toma un sorbo de su Frescolita.

Y procede a decir un gran total de nada.

Balanceo mi peso de un pie al otro, esperando a que haga la gran declaración que sin duda está preparando en su linda y catira cabecita.

—Vergación —exclamo cuando no aguanto más—, si te seguís tardando va a llegar el año nuevo.

—Más bien como el siglo nuevo —agrega Dayana.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now