PASADO 14

Aprovecho el recreo para repasar lo que vimos ayer en el curso. Con una mano me llevo un tequeño a la boca, y con la otra mano balanceo el libro de texto y subrayo los puntos más importantes.

Algo pesado cae con un golpe sordo sobre la banca. Levanto la vista hacia Diego, quien ahora está sentado a mi lado. Él señala con los labios a un jugo de naranja y una Samba de fresa que ofrece como impuesto para poder disfrutar de mi compañía.

—Gracias.

El nuevo asiente con la cabeza y sigue comiendo su desayuno. Yo vuelvo a lo mío.

Por unos cuantos minutos, todo es paz. Los pichurros de primaria corretean y gritan a nuestro al rededor, pero entre nosotros sólo hay un silencio ameno.

—Bárbara.

Del susto casi tumbo mi desayuno. El libro se resbala de entre mis piernas y cae al suelo.

Luis Miguel se agacha para recogerlo y me lo regresa, como todo un caballero.

Al instante en que me siento derretir, me afianzo de mi resolución de que no me guste más. Le frunzo el ceño.

—¿Qué haces aquí?

—No te quiero molestar, pero creo que más nadie me puede ayudar.

Respiro profundo. Esas palabras me suenan tan hermosas como si se me hubiera declarado.

—¿Me das un permiso? —Acompaña la pregunta hacia el nuevo haciendo un gesto de que le haga espacio en la banca.

Los ojos grises de Diego se encuentran con los míos un segundo, pero no sé qué ve en mi expresión que se arrima hacia la esquina de la banca. Luis Miguel se sienta en medio y abre su propio libro de texto.

—Es esto aquí, no entiendo lo que nos piden.

Por una parte quisiera decirle que se vaya a la porra. ¿Sabe que me gusta y aún así puede actuar de manera tan normal? Significa que no le gusto para nada, y eso me atraviesa el corazón como un puñal.

Pero por otra parte, no quiero armar una escena en frente del nuevo.

—A ver —mascullo a regañadientes.

Afortunadamente es un problema que ya había resuelto. Lo explico lo más rápido que puedo, pero Luis Miguel se queda sentado entre el nuevo y yo mientras lo resuelve. Su presencia no permite que me concentre en la sección que estaba estudiando. Al menos logro terminar de desayunar.

Luis Miguel tiene bonita letra, no como Diego. Su cuaderno está lleno de líneas de texto ordenadas. Lástima que ya tengo puestos los lentes nuevos, como para pedirle que me preste sus anotaciones.

No, no. Se supone que debiera esta trabajando en mi sistema inmune anti Luis Miguel.

—¿Ya terminaste?

—Sí —contesta y me pasa su cuaderno—. ¿Es así?

Si no hubiera pasado todo lo que ha pasado, hubiera sido muy fácil pensar que esta pequeña interacción es especial. Pero no.

Observo lo que hizo de reojo y asiento.

—Ese es el resultado.

—Perfecto, ¡muchas gracias! —Luis Miguel me ofrece una sonrisa de tan alto kilovataje que me siento electrificar toda.

Volteo la cabeza para el otro lado para que no vea lo roja que seguro me he puesto.

—Mijo —dice de pronto el nuevo—, ¿te vas a ir o vas a seguir instalado aquí? Llevo rato sentado en una sola nalga y ya me duele.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora