Contengo la risa que me hormiguea en la punta de la lengua, y empujo la puerta para cerrarla, sin quitarle la mirada de encima.

—Bueno... —insisto, armando una mueca en mi cara para no demostrar la risa que me produce atraparlos con las manos en la masa.

Ellos lucen culpables.

Eugene decide romper el silencio. Sus afilados ojos rebotan de Loise para terminar sobre mí. Sigue escudándose con un par de almohadones decorativos.

Tendré que reemplazarlos. ¿Cómo veré películas abrazando aquellos almohadones luego de descubrir a mis dos compañeros teniendo sexo sobre ellos?

Y lo peor, Eugene cubriendo a su despierto amigo con ellos.

Se aclara la garganta con fuerza.

—Nosotros no...

Loise le interrumpe, rodando los ojos.

Parece molesta, abrumada y avergonzada.

—No es lo que parece —aclara ella.

Muevo la cabeza, asintiendo.

—¿Ah no?

—No. —Se apresura en negar. Oh, dios. Tendré diversión para ratos con estos dos.

—Entonces, ¿no estaban cogiendo? —indago. Sé que me he esforzado en no reírme, pero puedo registrar la carente seriedad en medio de mis palabras.

Más, ellos no lo hacen.

Sigue habiendo mucha tensión entre ambos.

El rostro de Loise se vuelve un entero poema rojizo.

Tan rojo como el bóxer de Eugene.

—¡No digas eso! —chilla, apretando los dientes.

Fuerzo a mis labios a permanecer firmes.

—¿El qué? ¿El que estaban cogiendo? —reitero, con un evidente énfasis.

Ella deja salir el aire de sus pulmones. No se ha movido, y todo su semblante brusco se ha vuelto un ovillo lleno de vergüenza.

Pero, ¡venga!

¿Qué clase de amigo sería si no me burlo de su relación absurda y ahora los encuentro follando en la sala?

—Eduardo —advierte. Sus dedos se empuñan alrededor de la manta que rodea su pequeño y delgado cuerpo—. Estábamos ebrios —alega como excusa.

Me llevo una mano a la barbilla, y apoyo el codo sobre mi antebrazo, amoldando una mirada radiante de acusación en la cara.

—¿Sí?

Ella asiente.

Parece querer metérselo a juro a la cabeza.

—Sí. Fue todo. No sabíamos lo que hacíamos.

—Hum...

Eugene solo se queda mirándola con los ojos bien abiertos.

Luce discrepante con la explicación que me ha dado Loise. Pero no hace nada para llevarle la contraria.

Se me ocurre que solo no quiere que las cosas se carguen más de lo que van.

De cualquier modo, sigo tragándome las risotadas que se conglomeran detrás de mi lengua.

—¿No me crees? —interroga ella. Su cara es una completa nota de suplicación.

Ella necesita que le crea por alguna razón.

Conexión Irresistible © [Pausada]Where stories live. Discover now